‘La momia azteca’ y el arte del engaño

“¿Hasta dónde puede llegar la mente humana a escudriñar los eventos del más allá?… Quién sabe. Esta película está basada en un extraordinario experimento científico realizado por los doctores Hugh y Tony del Instituto de Hipnoterapia de la Universidad de Los Ángeles, su autenticidad está fuera de toda duda, los testimonios de las personas que intervinieron en él  así como un notario dan fe de su veracidad. En su versión cinematográfica, se ha entrelazado la realidad con la ficción”.

Con este mensaje empieza la película La momia azteca contra el robot humano (1958), filme dirigido por Rafael Portillo, y la tercera de la saga. Es gracioso pensar que realmente existe un Instituto de Hipnoterapia de Los Ángeles y que efectivamente existen viajes inconscientes a una vida pasada; para empezar, ¿de verdad tenemos una vida pasada? Pero es más cómico creer que bajo esta “advertencia” se presenta una película basada en “hechos reales” y, lo mejor de todo, “en un experimento científico”.

La momia azteca contra el robot humano es la conclusión de una saga protagonizada por el Doctor Almada, un psiquiatra que asegura que por medio de la hipnosis el hombre puede viajar inconscientemente por el espacio-tiempo para revivir su vida pasada.

El Doctor hipnotiza a su esposa, Flor, quien fue en otra vida la mujer de un azteca que fue momificado y enterrado vivo dentro de una ruina en la que se encuentran los tesoros de aquella civilización. El Dr. Almada, su esposa y compañía tienen que encontrar la manera para detener al Dr. Krupp, un científico loco que crea un robot con partes humanas para derrotar a la momia y quedarse con el tesoro.

La historia podría considerarse un tanto “hollywoodense”, tomando en cuenta la influencia de la película The Mummy (1932), del director Karl Freund, y esteralizada por Boris Karloff. Claro, las culturas mesoamericanas también tienen sus momias. ¿Por qué no buscar una apropiación de la idea original?

La película comienza con un recuento de las dos películas anteriores: La momia azteca y La maldición de la momia azteca, ambas estrenadas en 1957. Este prólogo hace que la mitad del filme sea la narración de lo acontecido; sin embargo, a pesar de que esto facilita comprender la historia (a quienes no tuvieron la oportunidad de ver los filmes anteriores), no se percibe la relevancia del conflicto entre los dos seres inanimados, la momia y el robot.

En esta introducción hay varias escenas de las otras entregas que evidencian imitaciones de monstruos europeos como Frankenstein o Drácula. En algún momento se busca enfrentar a la momia con un crucifijo; el Dr. Krupp roba partes humanas para crear su propio monstruo (robot humano) que vivirá gracias a la electricidad.

Aunque es un intento fallido de cine de ciencia ficción, esta saga podría ser precursora de las películas de monstruos en México, mucho antes de que llegaran los luchadores a patearles el trasero.

La película es mala, ya sea por su burda historia, por sus elementos poco científicos y enredados con la antropología de culturas milenarias o por utilizar la excusa en el argumento y dejar caer todo lo terrorífico en la justificación: “Basada en hechos reales”.

Hoy en día es muy fácil que un tráiler o una premisa nos llamen la atención y nos seduzcan para ver “x” película. En las últimas décadas, las películas de terror, suspenso o ciencia ficción se ven atrapadas en un argumento falso, un tráiler espeluznante o una sorprendente campaña publicitaria, dejando a un lado la importancia de la historia y la congruencia de sus personajes.

No hay que juzgar el libro por la portada, pero seamos honestos, podemos ser engañados.  Ahora, si pensamos en que estamos en los 50 y nos dicen que la película está basada en hechos reales, que hablan de algo desconocido para nosotros y que involucran leyendas y mitos de nuestra cultura, ¿no la veríamos?

Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)