La Invasión de la Empatía


Existe una delgada pero terrorífica diferencia entre una guerra y una invasión. En la primera, la lucha se erige en razón de conquistar, y con ello legitimar una postura frente a otra opuesta; la segunda, es una silenciosa pero inminente imposición de factores externos a la identidad de lo invadido. En Les Invasions Barbares (2003) de Denys Arcand (The decline of the American Empire) se construye una guerra generacional entre padre e hijo que se rendirá ante la invasión de la empatía.

Sébastien (Stéphane Rosseau), exitoso operador financiero, se reencuentra con su padre, Rémy (Rémy Girard), en un hospital público de Montreal después de años de incomunicación.  El contraste entre ellos es claro. Rémy es un profesor de historia altamente comprometido con el idealismo. Su hijo mira el mundo desde una perspectiva pragmática capitalista. Ambos coinciden en un punto: defienden férreamente su postura frente a cualquier otra.

Rémy padece una enfermedad terminal y se niega contundentemente a viajar a Estados Unidos para recibir una atención médica particular y primer mundista, como lo ofrece su hijo. “No quiero que me maten unos mahometanos rabiosos. Voté por la nacionalización de los hospitales y asumo mis actos.” A punto de desistir, Sébastien
decide colaborar con sus propios medios a los deseos de su padre.

Los valores capitalistas del hijo reflejan un realidad económica global: la propiedad de los mejores bienes es privada. Como fiel retrato de poca funcionalidad en la institución pública, Arcand presenta un hospital saturado, burocrático, pobre y deficiente que es modificado por la habilidad y, principalmente, por el dinero de la joven Sébastien.

Por su parte, Rémy parece no tener mucho que esconder. Desde sus preferencias políticas hasta la voluptuosidad propia de su insignia generacional: el socialismo y la revolución sexual. Este personaje habla críticamente, como Sébastien lo hace representado el poder del dinero, de la fractura del juicio ante la aparente barbarie en el contexto del ataque 9/11.

“Pese a lo cree la gente, no vivimos en tiempos tan horribles. En el siglo pasado las guerras dieron un promedio de 130 millones de muertos. No tan impresionante considerando que en el siglo XVI los españoles y portugueses lograron, sin cámaras de gas, ni bombas, exterminar 150 millones de indios en América Latina. En Estados Unidos, holandeses, ingleses, franceses y mismos estadounidenses se inspiraron y a su vez degollaron a 50 millones. Aquí ocurrió la masacre más grande de toda la humanidad y ni edificaron un museo del holocausto.”

El excelente, delicado y exquisito trabajo de Denis Arcand se une íntegramente por un guión bien elaborado, sustancioso, erudito, pero muy satírico, no sólo para la definición de sus personajes per se. También funciona a manera de crítica simbólica en la disfunción de ambas partes: el sistema socialista es una idea poco o nulamente funcional y el capitalismo, fiel a la estructura, es injusto.

En los amigos de Rémy se encuentra el reflejo de la coyuntura histórica del pensamiento idealista. Hijos de una circunstancia y padres de la adaptación. Todos ellos, sustancialmente comprometidos con sus ideas, viven la inevitable causalidad de cualquier humano: adoptar lo límites de las imposiciones sociales y envejecer. Por otra parte, el desinterés ideológico y la apatía se construye en el personaje de la drogadicta Nathalie (Marie-Josée Croze), quién, contratada por Sébastien, provee al enfermo una dosis de heroína contra el dolor a cambio del pago de su autoconsumo.

La convivencia entre Nathalie y Rémi está fuertemente unida por la susceptibilidad de ambos al dolor. Para ella, el desinterés y sustitución de la drogas por el placer que no encuentra en la vida. Para él, la evidente situación de un cáncer terminal y el miedo a confrontar la muerte.

Es remarcable la actuación de Marie-Josée Croze, ganadora del premio a mejor actriz en el Festival de Cannes, en la asimilación y adaptación de un personaje oscuro y, sin embargo, sensible e inteligente, que resulta sustancial en el cambio en miras a la simpatía de lo humano.

En Les Invasiones Barbares encontramos un giro paulatino, casi imperceptible, en las deterministas posturas de sus personajes ante la inminente identificación mental y afectiva con la circunstancia fatídica de Rémy, en un filme integral que no sólo refleja de manera sofistica un análisis histórico global, también una reflexión abstracta de la vida misma en una deliciosa conversación tanto sentimental como inteligente.

Por Adele Snails (@Adelesnails)

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