La imposibilidad del indiferente

¿Cuántos momentos importantes o trascendentes hay en la vida? Algunos creen que fuertes, cambios de 360 grados, sólo un par de veces en promedio. Pero hay a quien en su recorrido le suceden cosas severas, pruebas de paciencia, le llueve.

Tony Kaye nos presenta un personaje al que le llueve, y de paso vuelve a retratar los esquemas oficiales de los Estados Unidos. El director británico no había dado de qué hablar pese a que tiene dos trabajos en medio de American History X (1998) y ésta, su más reciente producción: Detachment.

Protagonizada por Adrien Brody, Detachment es una película que inserta un par de alfileres en el sector educativo estadounidense, en la que la radiografía de los embates existenciales de sus personajes van evidenciando este desencanto colectivo ante los panoramas sociales, que pesan como una losa sobre el desarrollo de los mismos.

Brody estelariza al profesor Barthes, quien llega a una escuela envuelta en una anarquía total como maestro sustituto de Inglés. El recurso reflexivo por parte de Brody a lo largo de las dificultades que se le presentan a su personaje, le dan un giro interesante al filme, salvándola de una mirada más a la descomposición de valores en Estados Unidos.

Al igual que en American History X, el personaje principal en Detachmen es el eje distintivo de cambio para el cambio de pensamiento y acción del resto de los demás. Brody encarna de forma nítida a un personaje prominentemente existencial –las referencias a Albert Camus dan un poco la pauta de qué va la película, particularmente triste, con muchos problemas como el resto de sus contemporáneos, con los que difícilmente logra empatar, con un intento constante de no relacionarse sentimentalmente con ellos, imponiendo una especie de ausencia que intenta ser indiferencia, que no siempre consigue.

Detachment es una película cruda, prominentemente dramática, pero que tiene la fuerza suficiente como para ver un tema o una trama desde ciertas aristas un tanto más ricas. Lo que sí deja ver es un método ya probado en su anterior referente, las similitudes con el personaje de Edward Norton van encaminados a una especie de antihéroe introspectivo, que coquetea de forma sutil con el nacionalismo, cayendo en ciertos momentos en esta figura idealista y romántica, que rompen un poco con el tono en el que actúan dentro de la historia.

No hay que perderle la pista a la actuación de Brody en este filme, el tipo lo hace cada vez mejor, y este tipo de personajes le permiten ir de un lado a otro con especial fuerza y precisión, sin dejar de ser sumamente emotivo y carismático, iluminando al resto de los personajes y a la historia misma, pese a un guión que en apariencia, o en su cascarón, luce un método ya probado.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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