La diosa del asfalto: sororidad, denuncia y rock feminista

La música suele ser un vehículo pertinente para expresar reflexión y denuncia en entornos saturados por marginalidad, pobreza y todos los problemas sociales ligados a la desigualdad. Las acciones del ayer alcanzan los momentos del hoy, convirtiéndose en artífices de nuestro destino personal.

La diosa del asfalto (2020), además de abordar dichos aspectos, abarca el retrato hacia la violencia de género a través del punto de vista de un rock que grita por libertad, y una sororidad que recurre a medidas extremas para defenderse de los abusos masculinos. Max (Ximena Romo) regresa a su barrio natal en Santa Fe convertida en una figura del rock urbano. Apodada como el título homónimo del filme, confrontará su pasado y algunas ex compañeras de su pandilla, entre ellas Ramira (Mabel Cadena), quienes no han olvidado un oscuro incidente sucedido años atrás.

Inspirado en hechos reales, el realizador Julián Hernández transita del presente al pasado mediante flashbacks –dominan la mayor parte del relato–, ahondando en el mundo de pandillas femeninas durante la década de los ochenta en los márgenes de la Ciudad de México. Entre planos holandeses y tomas de 360°, Hernández muestra la turbulencia de estas mujeres que, vinculadas por la comprensión mutua, confrontan los maltratos masculinos en medio de un escenario de pobreza y supervivencia. Sonia (Samantha Orozco) lidia con los constantes intentos de abuso sexual de su padrastro. Guama (Alejandra Herrera) enfrenta abusos físicos por parte de un prospecto romántico.

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La pandilla se convierte en el medio de unión para sus protagonistas y la forma de lidiar con sus desalentadoras existencias, experimentando momentos con los que reafirman su amistad en medio de adversidades machistas. Las actuaciones de sus protagonistas logran transmitir con acierto los vínculos de las citadas Castradoras de Santa Fe, sus personalidades, su lealtad y una avalancha de fuerza en sus acciones, además de entreverse aspectos de observación social que reafirman que el machismo está sembrado dentro del núcleo familiar, así como en las autoridades policiacas propensas a la corrupción.

Sin embargo, ante el pertinente mensaje en un país en el que la impunidad en feminicidios permea en la actualidad, la dirección de Hernández cae en lo telenovelesco y abusa de movimientos los de cámara debilitando una interesante propuesta.

La diosa del asfalto es un retrato melodramático de un pacto de incondicionalidad, la aceptación hacia la diversidad sexual, los gritos de rock que ahondan en la amistad y en las variopintas existencias, así como en el feminismo que aboga por una mejor causa y justicia.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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