“La acción y el ensueño”: una entrevista con Aarón Fernández

El director Aarón Fernández, quien en 2007 tuvo una gran aceptación con su ópera prima Partes usadas (2007), nos muestra en su segundo largometraje, Las horas muertas (2013), el encuentro entre Sebastián y Miranda, dos desconocidos hundidos en dos tipos de soledad cuyos caminos se cruzan y que, mutuamente, de una manera erótica, se ayudan a llenar esa sensación de vacío en la que viven. En entrevista para Butaca Ancha, esto fue lo que nos comentó el director acerca de su cinta:

Nos muestras a dos personajes que están solos, y esa soledad los ha llevado a resignarse: él con una chavita que no le hace caso y ella con un amante que no la pela mucho ¿Realmente es tan malo estar solo?

No, y creo que la película no dice eso. Creo que son dos soledades que se encuentran en un momento dado. En un espacio dado se dan las circunstancias para que justamente se conozcan y empiezan a jugar y a seducirse y conocerse, y de ese encuentro aprenden algo los dos. Creo que es un punto de encuentro en el que los dos ya no siguen siendo iguales; hay un cambio, un aprendizaje interesante por parte de Sebastián. Lo ves más maduro, y Miranda, pues se da cuenta de que tal vez lo que cree que quiere no lo quiere, o tal vez se va a mudar. No digo bien claramente qué le pasa, pero se ve que hay una transformación. Pero en ningún momento se dice que la soledad es mala, creo que lo disfrutan y están bien ahí.

Pero todo lo que sucede lo desata la soledad…

Pues ella, el personaje de Miranda, es un personaje muy libre. Más que solitaria, creo que es una mujer que vive su libertad, que escogió ser libre. Es una mujer moderna, sin tabús, que tiene una carrera profesional y que se mueve mucho y eso hace que no pueda formar una familia ni asentarse y creo que no es lo que quiere, pero al mismo tiempo está esta cuestión de que a veces cuando uno está solo, pues quiere apapachos. Sí son dos soledades que están ahí, que se encuentran, y el encuentro que se da es porque están los dos solos y se dan cuenta de que puede haber algo ahí entre los dos.

En tu anterior película, Partes usadas, y en ésta, vemos a dos chavos adolescentes que están haciendo cosas que no corresponden a su edad. Uno está robando coches; éste está cuidando un motel. ¿La adolescencia acaba cuando uno comienza a responsabilizarse?

Pues un poco. Creo que en el caso de Sebastián es muy clara su primera responsabilidad: llega a un espacio que no es de él, lejos de su casa, lejos de su madre, de su familia, entonces, claro, le están dando una gran responsabilidad y él la asume y hasta la actitud que pone es como de gente grande. Se quiere ver como gente grande. A  veces no le resulta mucho, sobre todo con el viejito, que no le hace caso, Don Severino, pero sí, claro, cuando uno empieza a tener responsabilidades grandes, tiene que cumplir y eso te corta un poco tu libertad y tu ensoñación, entonces el personaje de Sebastián está entre la infancia, la adolescencia, la adultez; está aprendiendo.

Igual, comparando tu anterior trabajo con este, el otro se desarrollaba aquí en la ciudad, en la metrópoli, con ruido, este está en la playa en la costa, hay mucho silencio, sobre todo en cuanto a diálogos. ¿Qué tan importante es el silencio en tu cine?

Pues en esta película las pausas son muy importantes pero al mismo tiempo el trabajo que hicimos a nivel de diseño de sonido fue muy interesante, muy enriquecedor y fascinante, porque construimos mucho los ambientes con Miguel Hernández, que es un estupendo diseñador de sonido, sin caer en el exceso, pero estaba la cuestión del mar, que bien se abordó aquí, los pajaritos, el clima tropical, el viento, y al mismo tiempo están los carros que pasan y muchos detallitos. Por ejemplo, en las llamadas telefónicas nunca se escucha lo que dicen, pero sí se oye la vocecita ahí de lejos. Nunca se entiende bien lo que dicen: algunas frases, palabras y como que el espectador está ahí intentando adivinar. La película en general, no sólo en el sonido, está trabajada, estructurada con todos esos pequeños toques; yo siempre la comparo a una pintura impresionista, con pequeñas pinceladas que se van acumulando poco a poco y al final te dan un cuadro enorme, y la película funciona así, por pequeñas entregas, digamos. Siempre aparece un personaje nuevo que te da información nueva, o la acción avanza. Hay un encuadre diferente, un sonido que no habías escuchado, que te da como esta sensación, el clima, el ambiente; es una película que funciona mucho así.

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¿Cómo se te ocurre este concepto de horas muertas, del manejo del tiempo en un lugar tan tranquilo? Porque vemos que Sebastián no tiene mucho que hacer y se pone a pintar, a jugar…

Pues era un gran reto y eso lo trabajé mucho en el guión, de cómo transmitir este hastío, este ocio, sin presentar situaciones de aburrimiento y sin volverse muy repetitivo en planos de media hora donde no pasa nada y tal, sino, al contrario, fue un trabajo muy sutil, de siempre poner una pequeña actividad, un pequeño elemento visual, un pequeño elemento sonoro, situaciones muy cotidianas que mantienen la curiosidad del espectador y le dan un aliento a la historia, porque sí se cuenta una historia, se va armando y al final queda muy redondito. Entonces fue un trabajo de concepto, de reto y al mismo tiempo de relajarse, de introducir al espectador en este ambiente suspendido y muy sensual. Entonces hay gente que nomás no sintoniza pero mucha otra sí. Yo nunca digo que es una película sobre el aburrimiento; es una película muy sensual, y para hablar de la sensualidad tienes que entrar a ese ambiente relajado, sin estrés y visualmente muy atractiva.

¿Qué es la vida, son las horas muertas o es lo que pasa entre éstas? 

Pues los dos, ¿no? Yo creo que uno sin otro, no. Creo que la vida necesita de esas horas muertas, de ese ocio; el ocio es vital para la creatividad, por ejemplo. El tiempo de ensoñación es muy importante para la formación de una persona, para su imaginario, para la creación, para el trabajo. Inclusive las empresas hoy en día se están dando cuenta de que si dan un tiempo de ocio, de siesta, hay muchas empresas grandes trasnacionales que están introduciendo tiempos de siesta para que la gente se relaje y se vuelvan más productivos. Esta hiperactividad que nos vendieron en los últimos años se está volviendo totalmente obsoleta, ridícula, entonces creo que la vida es acción, pero también es ensoñación; las dos se complementan, se necesitan.

Por Luis Arredondo

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