‘Julieta’: Escandaloso silencio

Cuando se sufre una pérdida, el silencio suele ser el lenguaje más elocuente y adecuado para expresar la sensación de vacío. La ominosa presencia de la ausencia que inicia con histéricos gritos y llanto para terminar  ahogándose en muda indiferencia. En Julieta,  el más reciente filme del célebre cineasta manchego Pedro Almodóvar, se hace un trazo fragmentado de cómo se crea esa sensación de vacío a lo largo del tiempo, un trazo plagado de coloridas y fetichistas divergencias.

Para este filme, Almodóvar nos presenta la historia de Julieta, interpretada por las actrices Emma Suárez y Adriana Ugarte, una mujer que justo cuando esta a punto de abandonar España para irse a vivir a Portugal con su flamante novio (Darío Grandinetti), tiene un encuentro en la calle con Beatriz (bellísima Michelle Jenner), lo cual detona la repentina decisión de quedarse. Tal encuentro le ha llevado a recordar una triste historia de perpetua soledad y abandono.

Es a partir de aquí que Almodóvar construye con habilidad un relato que se desdobla del presente hacia el pasado en un intrincado tejido narrativo que se aleja discretamente de las coloridas tildes melodramáticas que han caracterizado la filmografía del cineasta para acercarse más a la sobriedad de Hablé con ella (2002), sin dejar de lado su agudo sentido plástico.

Almodóvar, adepto al collage intelectual, se nutre de las influencias literarias de la escritora canadiense Alice Munro y salpica con referencias cinematográficas que van de Lang hasta el obligatorio guiño hitchcockiano, notorio en el innecesariamente denso score del gran compositor Alberto Iglesias, para crear un mundo en el que la escultura de figuras humanas incompletas (todas autoría del celebrado escultor español Miquel Navarro) se convierten en los objetos que mejor representan el dolor de Julieta, que inició desde un funestamente pasional encuentro con el apuesto Xoan en un impecablemente diseñado tren.

Y como es usual, el centro gravita alrededor de la fuerte presencia femenina: tanto Emma Suárez como Adriana Ugarte dotan a Julieta de una personalidad que inicia con rebosante sensualidad y candor para acabar en una sofisticada demacración, yendo de lo incendiario a lo cenizo. Alrededor de este consumo, transitan Michelle Jenner, Inma Cuesta como la enigmática escultora Ava (Gardner, sin duda) y la siempre memorable Rossy de Palma como la estoica Marian. 

Lo que es patente en Julieta es que Almodóvar es un cineasta que es incapaz de capturar el silencio, su estilo es tan acentuado que hasta el vacío es pletórico, su gris es chillante y su impacto, se diluye en el fetiche. El silencio pocas veces había sido tan escandaloso.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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