GIFF | ‘Huachicolero’ y el retrato de un país violento

Huachicolero, ópera prima del director mexicano Edgar Nito, comienza como un thriller con una atrapante escena nocturna con pocos diálogos en la que un par de huachicoleros (uno de ellos interpretado por Pascacio López) ahuyentan de “su territorio” a otros ladrones de gasolina, quitándole la vida a uno de ellos y dejando el cadáver a la intemperie mientras amanece, con toda la sangre fría que caracteriza a los peones del crimen organizado.

Desarrollada en el estado de Guanajuato, de donde Nito es originario, Huachicolero es otro retrato de la violencia en México por parte del también director del cortometraje Masacre en San José (2015), el cual fue inspirado por la historia real de Don Alejo, el hombre viejo que, en 2010, defendió a muerte su rancho en Tamaulipas de los criminales que se lo querían arrebatar a la fuerza. Sin embargo, Huachicolero se mueve muy pronto a otro ámbito, en teoría diametralmente opuesto al de la violencia: una escuela secundaria.

En un ambiente mundano y reconocible (suena el toque de bandera, marcha la escolta, juegan los niños…) conocemos a nuestro protagonista, el jovencito Lalo (el debutante Eduardo Banda), y la película introduce su elemento coming-of-age y un conflicto que es sinónimo de total inocencia: a Lalo le gusta una de sus compañeras, Anita (Regina Reynoso), y en un arrebato de valentía le declara abruptamente su amor. A pesar de que en Lalo y Anita no hay ningún rastro de malicia, la atrabancada pero inofensiva declaración provoca que, de la mano de las amigas de la niña y entre broma y broma, se asome un dejo de clasicismo. A Lalo le hacen burla porque su teléfono celular no es un smartphone, entonces él termina deduciendo que, para ganarse a Anita, tendrá que comprarle algo como un iPhone de $14 mil pesos.

Las personas del pueblo que retrata Nito en Huachicolero reflejan un país de desigualdad y un Estado fallido. Lalo, tal y como varios de sus conocidos y otros personajes secundarios, están involucrados en el negocio del robo de combustible desde el primer segundo del filme. Son también parte de un sistema podrido, el otro pretendiente de Anita, Rulo (un chico más grande, interpretado por Pedro Joaquín), los señores que dejan pasar a los huachicoleros al terreno de la refinería o que distribuyen el combustible robado (Fernando Becerril como Don Gil, figura paterna de Lalo), y el típico comandante de la policía corrupto (Leonardo Alonso) que se hace de la vista gorda cuando aparecen cuerpos sin vida. En un pueblo así, parece que es lo normal para poder ganar algo de dinero ante la pobreza, o para mantenerse a salvo, y no hay motivaciones extraordinarias; de hecho, antes de desear poder adquirir un iPhone, Lalo ya revendía gasolina. Problemas económicos en casa (el hermano de su mamá está enfermo), una deuda y sí, la atracción hacia Anita, lo harán simplemente dar el siguiente paso, sin medir las consecuencias.

Así, parece que Huachicolero seguirá un arco narrativo clásico del cine de crimen y gánsteres, con personajes de bajos recursos cuyas actividades ilícitas en un contexto particular les permiten ascender rápidamente (aquí los incrementos en el precio de gasolina y el desabasto aceleran el auge del huachicol). Sin embargo, Nito y su co-guionista Alfredo Mendoza entienden a la perfección a su protagonista Lalo, nunca olvidan que él es sólo un adolescente buscando conectar con la chica que le gusta. Las interacciones entre los tres jóvenes actores, Banda, Reynoso y Joaquín, brindan naturalidad, a veces humor y siempre mucho color (con música de, entre otros, Santa Fe Klan, y locaciones en pleno Guanajuato, en general Nito logra meternos de lleno a este mundo).

En ese tenor de inmadurez, de no darse cuenta que lo que atrae a Anita no es un regalo sino la conexión genuina, de celos, de película coming-of-age, terminaremos recordando la violenta realidad en la que vivimos, la brutalidad y la impunidad inherente a una tierra de nadie. Huachicolero representa un potente debut para Edgar Nito y es, sin duda, una de las mejores películas mexicanas en lo que va de 2019.

Por Eric Ortiz (@EricOrtizG)
Publicado originalmente en Revista Cinema Inferno.

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