Hayao Miyazaki: El sensei del cine animado japonés

Pocos directores de cine nipones han logrado que sus nombres sean plenamente identificables fuera de su país, siendo los casos del clásico Akira Kurosawa, el rallante perfeccionismo de Yasujirō Ozu, la vanguardia de Hiroshi Teshigahara, el realismo con atisbos de violencia de Takeshi Kitano, las reflexiones existencialistas de Sion Sono y el polémico Takashi Miike.

No obstante, en el caso del cine de animación, antes que Satoshi Kon (Paprika), Katsuhiro Ōtomo (Akira), Mamoru Oshii (Ghost in The Shell) e Isao Takahata (El cementerio de las luciérnagas), Hayao Miyazaki es generalmente el primer nombre que se viene a la mente de todos ellos, además de ser uno de los fundadores del Ghibli Studio, la fábrica de películas de anime más ovacionada, cuyo impacto es equiparable a lo realizado por Disney e inclusive a la propia Pixar.

Tras estudiar Ciencias Políticas y Económicas en la Universidad de Gakushui, abandonó las estadísticas y la burocracia de las funciones de la política en la década de los 60 para enrolarse en una disciplina completamente opuesta: la de la animación, en el estudio Toei, trabajando como intercalador.

A partir de entonces, abrazaría la concepción de las estilizadas imágenes en movimiento del anime y conocería a Isao Takahata, entablando una duradera amistad con quien, en colaboración, realizaría sus primeras colaboraciones en Zuiyô Enterprise con la series Marco y Heidi (efigie clave de la famosa niña de la pradera), además de asentarse como director con Conan, el niño del futuro, en 1978, para Nippon Animation.

Siendo Lupin III: El Castillo de Cagliostro (1979) su primera andanza formal en el cine animado, Miyazaki reflejó en la adaptación basada en el manga de Monkey Punch un atisbe de los rasgos que definirían posteriormente el resto de sus cintas en Ghibli: un estilo propio de su imaginería a relatos ajenos a su pluma de autor, personajes que no tienen una dualidad predeterminada, sinceras historias de amor dotadas, en algunos casos, de pureza, y una desenfrenada acción aligerada por la comedia.

Otro de los elementos del cineasta oriundo de Tokio en su obra es su gran afición por la aviación, las leyendas fantásticas y la crítica al belicismo, reflejadas en Nausicaa del valle de viento (1984), primera cinta formal del estudio Ghibli, y El castillo en el cielo (1986), insertando también una recurrente como narrador de historias: las protagonistas son mujeres que deben llevar grandes responsabilidades a temprana edad. En el caso de Nausicaa, es una princesa guerrera que vela tanto por la seguridad de su pueblo como por el bienestar de todo ser que habita en una naturaleza que lucha ante la adversidad por purificarse. Mientras que  con El castillo en el cielo se trata de una chica cuya piedra mágica está conectada al secreto de una antigua civilización.

kiki

La independencia, el autodescubrimiento, la disciplina y la práctica del talento son algunas de las temáticas plenamente establecidas en Kiki: Entregas a Domicilio (1989), bajo los ojos de una niña bruja que se muda a una ciudad para prestar sus servicios mágicos, donde descubrirá que no únicamente en la transición a la adultez debe adquirir responsabilidades, sino que también la amistad (en esencia limpia) es importante en la vida del ser humano, otra de las moralejas usuales en la filmografía del director.

A su vez, sin relegar la fuerza de las mujeres en sus historias, Miyazaki es capaz de presentar filmes cuyo peso recae en protagonistas masculinos, siendo el caso de Porco Rosso (1992), historia de su propia imaginación en la que recalca su pasión por el mar y los aviones (heredada de su padre), con un piloto mercenario italiano que es objeto de una desconocida maldición que lo lleva a tener la apariencia de un cerdo.

totoro

Mi vecino Totoro (1988) representa su película más personal, con la técnica en su animación iniciando su proceso de estilización, ambientando la historia en los años 50, con dos hermanas que se mudan al campo, adaptándose a la vida rural y lidiando emocionalmente con la enfermedad de su madre, hospitalizada en una clínica por tuberculosis (haciendo eco a la infancia de Miyazaki, su madre viviendo una situación similar cuando era niño), guiándolas hacia la madurez temprana. Aquí se presenta el primer guiño a las criaturas espirituales con el citado Totoro, un espíritu guardián del bosque vecino de las niñas que sólo pueden verlo almas puras.

La madurez narrativa y animada inicia su camino a la madurez con La princesa Mononoke (1998). Una clara parábola sobre cómo el propio ser humano es el verdugo del medio ambiente y las consecuencias del uso inconsciente de herramientas industriales, retocada con elementos espirituales como la presencia de dioses guardianes de la naturaleza y animales parlantes, señalando la importancia de convivir entre especies con respeto y armonía.

Con la cinta, el trabajo de Miyazaki empezaría a divulgarse fuera de Japón para el mundo, alcanzando la consagración con la que es considerada hasta la fecha su obra maestra: El viaje de Chihiro.

chihiro

Estrenada en 2001, enaltece al máximo la técnica en animación tradicional, así como los valores plasmados previamente en su obra (amor, amistad, constancia, tolerancia, mitología, criaturas míticas, hechiceras, el éxodo hacia la madurez y cuestionamientos espirituales). Chihiro es la protagonista, esa niña de 12 años que es amable y perseverante, atrapada en un mundo entre dioses y espíritus, obligada no sólo a salvar a sus padres, sino también a sí misma.

Hayao Miyazaki proseguiría narrando historias que mezclaran la crítica a la guerra, su atracción por la magia y el amor incondicional con El increíble castillo vagabundo (2004), acompañada por un viaje personal que enfrenta la protagonista para romper una maldición. En el caso de Ponyo en el acantilado (2008), una vez más la ecología y los mitos acuáticos entretejen la historia de la amistad entre un niño y una niña pez, puesta a prueba por los poderes mágicos de esta última, con el riesgo de crear un desastre natural.

Así, contando únicamente con la animación a base de lápices, el cine de Miyazaki no únicamente conquista a niños de oriente y occidente, sino también a todos aquellos adultos que buscan preservar la infancia dentro de sus corazones gracias a las virtudes ejemplificadas en cada una de sus películas, con la usanza de la vieja escuela animada. The Wind Rises (2013), su próxima película, tampoco será la excepción.

Por Mariana Fernandez (@mariana_ferfab)

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