Risible concepto, realidad inevitable

En tiempos de depresión económica o moral se hace uso de la fábula o de un espectáculo fantasioso o absurdo que conlleve un mensaje optimista y que “levante el espíritu” de un colectivo desesperado. Estas fábulas o “escapismos” se alimentan de ingredientes básicos de la mitología misma, los nacimientos de “héroes”, populismo sensiblero y un cacofónico espectáculo. Recordemos en los años 20 el surgimiento del cómic con personajes “absurdos” como “Superman” (hoy en el status de “mitología moderna”). Personajes con una dimensión supernatural, fusionada con un fácilmente reconocible aspecto humano y que presentan una historia de superación personal o espiritual. El “héroe del pueblo” es una gran ficción que orgasmea cuando se convierte en una realidad palpable. La historia del “ganador contra todo pronóstico” es un reflejo de nuestra patética condición de abúlicos. La historia motiva y emociona a las fans chillonas de programas de Radio Fórmula, sin embargo no motiva a actuar sino que nos lleva a un estado de complacencia total, con la esperanza de que todo mejorará, eventualmente.

Un robot boxeador: el autómata con alma

Por ello, no resulta sorprendente que a la historia de robots que boxean le haya sido concedida “luz verde” en el duro sistema hollywoodense post-recesión. La historia de Real Steel se centra en el protagonista infantil e inmaduro (primera etapa en la simbología del héroe) que dentro de la narrativa madura y crece para convertirse al final en un héroe redimido de sus pecados, como Jesucristo o Robert Downey Jr. La trama y todos los elementos narrativos son predecibles, tomados de películas como Rocky (1976), The Champ (1978), Raging Bull (1980) o, de manera más reciente, The Fighter (2010). El boxeo es un deporte que implica el contacto con la bestialidad humana, la exposición semi pornográfica de violencia y resistencia, pero aquí, “hábilmente”, cambian ese contacto humano por robots (Transformers sin esteroides). La relación humano-máquina ha sido más complicada que la de Madonna y Sean Penn: hay pasión constante, atracción irremediable y constante toqueteo, pero al mismo tiempo uno está destinado a destruir al otro, de modo que esta relación terminará de una manera abrupta y dura. En Real Steel, la violencia entre humanos no es suficiente; situada dentro de tan sólo 9 años, la gente ya no se emociona con la lucha entre humanos, pues hay demasiados límites físicos, por ello, nuestra sed de sangre y vísceras se saciará, aparentemente, al observar a dos refrigeradores gigantes chorreando aceite en la lona. No cabe duda que dentro de poco seremos una sociedad enferma.

“Es mejor que Wolverine, te lo juro!... Además me regalaron un iPhone del 2020!”

En Real Steel, la originalidad se reduce a lo que pudo haber sido un buen chiste de 30 Rock. Una vez más, se busca la humanización de la máquina, dotar de sentimientos genuinos a otro ente cuando los personajes principales muchas veces carecen de los mismos, intentando, en el proceso de humanizar a la máquina, humanizarse ellos mismos. El personaje de Hugh Jackman es un cínico ex boxeador que se dedica al negocio de la lucha con robots; tiene un hijo del cual no sabe nada y que por la muerte de su madre (a quien nada más recuerda por ser un buen polvazo), termina encargándose del chamaco, quien le enseñará el valor de la vida, haciendo un sinnúmero de paralelismos entre esta historia y la de un robot sacado de la basura, que fungirá como “tótem” representativo de la relación entre Hugh Jackman y su deleznable chiquito (su hijo, desde luego). De modo que tenemos una película con la frescura de un fierro oxidado y la originalidad de Larry Crowne, de Tom Hanks.

Mitología Hipermoderna: Zeus, el robot.

En Real Steel, el número de elementos reconocibles de la mentada “cultura pop” es tan grande como la cuenta bancaria de Steve Jobs (q.e.p.d.). Comenzando por las obvias (Rocky, Raging Bull) hasta otras más “escondidas” (Blade Runner o The Iron Giant de Brad Bird), pasando por el uso de mitología clásica griega (Zeus, el mejor robot boxeador del mundo, programado por un arrogante japonés) y el enfrentamiento de estereotipos puramente estadunidenses (el homie y el texano imbécil), hasta llegar a la más absurda aberración, en la que, como apuntó muy atinadamente el Sr. Paz, la película llega a parecer vídeo musical de Justin Bieber (un device narrativo en el que el niño comienza a bailar con el robot antes de las peleas… ¿Alguien dijo Remember the Titans (2000)?

El uso de un producto tan llamativo, diseñado para la “chuza palurda”, cuyo núcleo reside en un robot apropiadamente llamado Atom, nos remite a la sed de violencia del ser humano, nuestra adoración del circo como espectáculo esencial, la historia del héroe infantilizado que al final madura, la proyección de deseos inconscientes en la pantalla, la sencillez en el desarrollo narrativo, el uso de infinidad de elementos reconocibles que apelan a una abaratada universalidad, Real Steel no sólo es la historia de robots boxeadores (sigo riéndome del concepto), sino de la condición eterna del entretenimiento en masas, cuando la manipulación astutamente disfrazada con una coraza metálica nos lleva a creer que “el campeón del pueblo” es el gran ganador al final, cuando la realidad es que, al final, la muñeca rusa que mueve los hilos es la que sigue dirigiendo el circo.

-Haz jugado Kinnect? Así va más o menos este pedo.

Por JJ Negrete

    Related Posts

    ‘Logan’ y los héroes crepusculares
    Nuevo tráiler de ‘X- Men: Apocalipsis’
    ‘Deadpool’: Lo mismo pero no es igual
    ‘Peter Pan’: (Otra) parábola del elegido
    8 clips nuevos, ¡8! de ‘Peter Pan’, de Joe Wright
    Peleas navales en el aire y más en el nuevo tráiler de ‘Pan’

    Leave a Reply