GIFF | Los lobos y el dolor de la imaginación

Adentrarnos en la nueva normalidad resulta un reto constante en todos los ámbitos, en razón de la incertidumbre que atravesamos este año. Pensar en vivir un festival de cine sonaba poco probable, al menos a corto plazo. Con esa latente incertidumbre el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés) decidió aprovechar en su vigésima cuarta edición llevar el cine a espacios alternativos, como los autocinemas y aquacinemas. Estos recintos gozaron de distintas medidas de seguridad y salud para los asistentes.

La película inaugural fue Los lobos (2019), dirigida por Samuel Kishi, ganadora del Gran Premio del Jurado Internacional de la sección Generation KPLus y, además, del Peace Film Award en el Festival de Berlín. La migración ha sido un tema explorado desde distintas perspectivas por el cine mexicano, en Los lobos éste va más allá de hablar del cruce de la frontera y la complejidad del viaje, adentrándonos en la vida de Lucía, Max y Leo cuando alcanzan el “otro lado”.

La sinceridad con la que los tres personajes se desarrollan nos invita a conectar con ellos. Por un lado, Lucía (Martha Reyes, quien contribuyó de manera importante la construcción de este personaje) se adentra en su rol de madre abnegada. Sin embargo, su personaje no es plano, Kishi nos muestra a una mujer compleja, fuerte y vulnerable atravesada por la tristeza, la frustración y el anhelo de tener algo mejor. A la par Leo (Leonardo Nájar) y Max (Maximiliano Nájar), sus hijos, se enfrentan a la ausencia del padre y a la de Lucía, pues sus jornadas de trabajo son largas. A consecuencia de esto, los hermanos se vuelven cómplices y hacen del departamento que habitan un espacio para aventurarse y pasar el tiempo. Un lugar donde, a través de su imaginación, también narran parte de su historia.

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Lucía no comparte tanto tiempo con los hermanos, por ello se hace de una grabadora con la que, a través de su voz, le recuerda a Max y Leo las reglas de la casa y alguna que otra herramienta necesaria, además de algunas palabras en inglés que deben aprender para cuando se cumpla su sueño de salir de casa. En respuesta, los niños recopilan algunas de sus conversaciones y ocurrencias para que su mamá pueda escucharlos al llegar a casa. Destaca en Los lobos cómo las infancias son subestimadas: niños infelices de estar en casa, sin escuela y pasando el tiempo solos; sus sensaciones se hacen evidentes, se enojan, ríen, pelean y extrañan.

El tema de la ausencia se evidencia a través de los padres de los hermanos o su familia, incluso con ellos, pensándose como migrantes frente a este nuevo territorio que habitan, donde no son ni de aquí ni de allá, como muchos en su nueva comunidad. El director nos muestra a los “Invisibles” en su barrio, su día a día, exponiendo que la historia de esta familia no es ocurrencia, ni capricho de la imaginación. La mirada del director no sorprende pues, como aseguró en entrevista, estos personajes están basados en vivencias personales, al momento de rodar la película y adentrarse en los espacios, fue imposible no encontrarse con historias parecidas, era relevante documentar los rostros de quienes viven, se reconocen y comparten esta sensación de ausencia.

Los lobos es un largometraje que de manera transparente nos cuenta qué tan doloroso puede ser soñar una vida mejor y las cicatrices que nos deja el aventurarnos. Una realidad de muchas familias que se enfrentan al vacío y la invisibilidad tras cruzar la frontera.

Por Tanya Bernal (@TanyaBernal),
desde el 24º GIFF

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