Funny Games: dos experimentos con Haneke

Michael Haneke es uno de esos directores de cine difíciles de analizar. Algunos llaman a su obra como suprema y definen el cine con sus películas. Otros, lo consideran un director algo sobrevalorado, lo cierto es que la Cineteca Nacional decidió hacer una retrospectiva de su obra y como buen cinéfilo acudí a la cita.

Mi elección fue Funny Games (1997), en realidad deseaba poder observar The White Ribbon (2009) pero sólo se podía ingresar con invitación y es obvio que yo no contaba con una, el por qué elegí Juegos Divertidos fue simple: había contemplado el remake americano y seguramente había diferencias entre uno y otro, a pesar de que las dos películas habían sido dirigidas por Haneke. ¡Error!

Grupo de experimento 1

Cuando vi Funny Games (2007) desconocía por completo quien era Haneke, en realidad compre boletos para película debido a la duración de la misma, 111 minutos lo que ese día representaba la cantidad exacta de tiempo que podía perder en el cine.

Ingrese a la sala junto con otras 25-30 personas y después de un largo suplicio provocado por el cácaro la cinta comenzó.
Debo admitir que no me gusto, a pesar de eso quede impactado con lo que acababa de contemplar. Al final sólo quedábamos unas diez personas en las butacas (sin exagerar). Haneke lo había logrado.

El filme es una oda a la violencia sin sentido y un reflejo de la sociedad que regirá al mundo en unos años. Una generación de jóvenes empujados únicamente por la necesidad de sensaciones nuevas, no importa que estas provengan del internet o de asesinar a una familia de clase media.

Por aquellos lejanos días todavía no conocía a Jean Luc GODard, ergo cuando los personajes hablaban a la cámara quedaba anonadado, hasta ese momento el único personaje que había hecho lo mismo (al menos en las películas que había visto) era Ferris Bueller.

Los gestos de angustia y hastió enmarcados en los rostros de todos aquellos que abandonaron la sala eran un a favor del director, que sin duda alguna quería que los espectadores odiaran al par de asesinos y su hartazgo los llevara a huir del cine.

Punto para Haneke

Grupo de experimento 2

Como ya lo cite al comienzo del texto, mi deseo de ver en la Cineteca Funny Games (1997) en su versión original era buscar las diferencias que tenia con el remake.

Ignoró si los demás asistentes habían tenido oportunidad de contemplar la del 2007 pero si puedo asegurar que sabían quién es Michael Haneke y que por lo mismo la sala 3 de la Cineteca Nacional lucia un lleno bastante aceptable.

En cuanto me percate de que las únicas diferencias entre una película y la otra se reducían a un emplazamiento distinto y a actores que hablan inglés, perdí el interés por lo que pasaba en la pantalla, era más interesante observar que hacia el público presente.

A diferencia de la primera ocasión que trate con Haneke los espectadores no dejaron sus asientos, sólo cinco decidieron que habían tenido suficiente y claudicaron.

Michael Pitt en la segunda versión logra ser más odioso que Arno Fish, aunque el segundo es mucho mejor actor. Igualmente en el remake el juego de personajes que se desarrolla entre los asesinos (intercambian nombres constantemente) está mejor logrado debido al parecido entre Michel Pitt y Brady Corbet. Además Naomi Watts se convierte en la perfecta esposa trofeo completando mejor el estereotipo de la perfecta familia de clase media.

También note que algunos aplaudían, si las victimas lograban lastimar a los jóvenes psicópatas; o se mostraban enojados si los asesinos ganaban en el sencillo juego con el que avanza la trama del filme. Muchos, de igual manera, estaban disfrutando el sadismo plasmado en el celuloide y esto debe de preocuparle en demasía a Haneke, debido a que si el espectador no huye de la proyección el experimento falla, sí lo disfruta es aun peor.

El tratado del director alemán se queda corto con la realidad y velocidad en que se desenvuelve el mundo, ni su versión original ni el remake son verdaderamente impactantes. Actualmente se hacen películas mucho más transgresoras y en cuanto a la realidad, el cine sólo la imita no puede repetirla ni recrearla.

Tache para Haneke

Por Rafael Paz

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