‘Fuego en el mar’: El camino de la indiferencia

La falta de oportunidades de vida percibidas por muchos individuos dentro de sus propios países, muchas veces reflejados a través de la incertidumbre económica, ha provocado una serie de éxodos a lo largo de la historia de la humanidad. Desde los inmigrantes ilegales que cruzan México y América Latina para llegar a Estados Unidos y cumplir el “sueño americano”, hasta aquellos que abandonan tierras africanas y cruzan los mares para encontrar un mejor futuro en Europa a causa de la pobreza, la violencia y el complejo entorno político que subyuga muchas regiones.

Fuego en el mar (Fuocoammare, 2016) aborda la apremiante situación que atraviesan los inmigrantes africanos al intentar cruzar el Mar Mediterráneo para llegar al continente europeo. Muchos de ellos no logran conseguir el objetivo y terminan en la isla de Lampedusa, sitio meridional del país italiano con cercanías que representan la muerte para muchos individuos.

El documental (del realizador Gianfranco Rosi), sin ahondar mucho en el ofrecimiento de datos provenientes del usual periodismo de investigación o recurriendo a narraciones en off, se sustenta de manera primordial en presentar dos contrapartes que nutren la problemática tratada, prefiriendo únicamente mostrar la problemática sin apegarse mucho la tradicionalidad del género.

La primera de ellas, en un tono oscuro y un tanto crudo, bajo los ojos de los propios inmigrantes de países como Costa de Marfil, Libia o Siria, muchos de ellos terminando en el embarcadero de la citada isla italiana: unos con diversos padecimientos a cuestas y otros muriendo por circunstancias de la vida a través de un mar más poderoso que el hombre.

Rosi, con sobriedad, un poco de austeridad y explícito en plasmar la precariedad del problema, retrata a los inmigrantes en sus frases llenas de fe y el riesgo físico que corren, así como la frialdad de las autoridades encargadas de retenerlos o de arrumbar los cadáveres como vestigios de la inmigración ilegal. A su vez, entremezcla el punto de vista médico, uno dado de manera constante que resalta la gravedad de la situación, alejándose de toda crítica política y económica para así enfocarse de manera sincera al aspecto social.

De la misma manera, la segunda perspectiva retrata el modo de vida en Lampedusa. Samuele, un niño oriundo de la isla que disfruta de los juegos en tierra, aprende cómo mantenerse en un bote, lidia con problemas de vista y que además es descendiente de familia de pescadores, otorga un poco de inocencia al relato. A su vez, las llamadas telefónicas a una estación local realizadas por la abuela del niño para dedicar canciones, una de ellas la citada Fuego en el Mar. Con ella, la mujer, inadvertidamente, funge como el espejo de los momentos difíciles en la costa por la Segunda Guerra Mundial con el desalentador presente de la travesía de los inmigrantes, reafirmar la adversidad constante sobre sus cabezas.

Rodeado por la abulia de los lugareños ante la problemática que ha costado la vida de miles de indocumentados, los intereses del niño logran conectar con la crisis que ocurre en los alrededores de la isla. No obstante, algunos personajes que actúan como línea rutinaria en el entorno de Samuele, como el buzo que busca erizos de mar, otorgan presencias innecesarias que provocan lentitud en su ritmo y en el desarrollo del tema.

Finalista del primer corte en la categoría a Mejor Documental para optar por el Premio Óscar 2017, el Mar Mediterráneo, Lampedusa, el ala médica, las fuerzas armadas, los ilegales africanosque persiguen sueños, los moradores de la isla y el retrato de Gianfranco Rosi ofrecen como resultado una reflexiva y dura denuncia social, tornándose como un instrumento necesario para mostrar el nivel de deshumanización imperante en muchos segmentos de la humanidad.

El sentido de la observación se hace latente.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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