François Truffaut: Las dos vidas del enfant terrible

Es difícil definir bien lo que comprende ser un enfant terrible, la verdad hasta hace poco no sabía bien que significaba el término, probablemente aún no lo hago, pero creo que si alguien merece el título es François Truffaut. Y es que en él se alinearon todos los elementos para crear la esencia de la inconformidad y el saludable desapego por las normas y reglas dentro de un rubro específico: el cine.

Director, crítico y actor, François Truffaut experimentó el cine completamente y en todas sus facetas. Desde pequeño, su abuela inculcó en él el cariño por libros y música. El amor por el cine llegaría después, a costa de cosas menos importantes como la escuela. Y así, desde temprano se dedicó por completo al séptimo arte, como una forma de escape, una manera de zafarse de todo lo que la sociedad le ofrecía, primero como un crítico importante en la afamada Cahiers du Cinema y después detrás y frente de cámara.

Durante su infancia y adolescencia vivió sucesos difíciles que lo marcaron profundamente, y después le ayudaron como inspiración para contar historias, en algunas ocasiones protagonizadas por su alter ego: Antoine Doinel, la más pura expresión del niño interior, que según algunos postulados de psicología todos llevamos dentro, interpretado por su actor fetiche, Jean-Pierre Léaud, desde los 14 años.

truffaut2

Los 400 golpes (Les quatre cents coups, 1959) continúa siendo el filme más reconocido del autor, el de más éxito y una tarjeta de presentación para una generación de cineastas franceses que deseaban alejarse de las convenciones pactadas años antes y que ellos veían como obstáculos. También es una prueba infinita, junto con el resto de su cinematografía, de los cambios que trajo Truffautt, sacando todo el provecho posible de los recursos cinematográficos que tenía a su alcance, y a veces más.

Muchas veces, los actos revolucionarios parecen menos intensos cuando son examinados a la luz del siglo 21. Cintas que resultaron pioneras al momento de su estreno y después pasan a ser parte de la norma debido a la repetición de un esquema.  A veces sucede esto con las películas de Truffautt, pero esto es por el simple hecho de que definió un nuevo estándar. El director francés siempre hizo las cosas a su manera. Por eso hasta la comedia romántica imita una y otra vez la formula de sus cintas como Jules et Jim (1962).

Truffautt no se conformó con psicología. Antoine Doinel es un ente físico, que habita un espacio y un tiempo bien definidos. El director sentía debilidad por las historias que ponían a la niñez en el centro de la trama. Así, Truffautt existe en varias dimensiones diferentes, en planos físicos separados. Siempre será el director, el crítico, el fanático de Hitchcock, uno de los iniciadores de la Nouvelle Vague, pero también se mantiene como Doinel, una especie de Peter Pan en pantalla, siempre niño, irrespetuoso, abrasivo.

Por eso, el cine de Truffautt es seductor, por su cercanía a ese enfant terrible que todos tenemos enterrado en nuestro interior y al que tal vez debamos escuchar más seguido.

Por Xavier R. Vera (@SoyXavito)

    Related Posts

    Los maestros se reúnen de nuevo en ‘Hitchcock/Truffaut’
    Primer tráiler de ‘Marguerite & Julien’, de Valérie Donzelli
    ‘Whiplash’: El espectáculo de la perfección
    ‘Los 400 golpes’: François Truffaut y la silla vacía

    Leave a Reply