FICUNAM | ‘U ri Sunhi’: Una musa conocida

Si Godard afirmaba con vehemencia que lo único que necesitaba para filmar era una “chica, un auto y una pistola”, el cineasta coreano Hong Sang-soo parecería, constantemente, rebatirle con temple y calma: “una mesa, dos sillas y un pequeño conflicto”.  Infatigable inquisidor del cotidiano de escritores, cineastas y enamorados, Sang-soo se ha consagrado en la escena internacional como un cineasta de mundos perfectamente delineados, que dan la impresión de ser repetitivos, pero cuya riqueza es, hasta ahora, inagotable.

En Our Sunhi (U ri Sunhi), el maestro coreano presenta la historia de una mujer, la Sunhi del título, una estudiante de cine que visita a uno de sus profesores para recibir una carta de recomendación que le permita estudiar en los Estados Unidos. Esa es la línea sobre la que Sang-soo se mueve durante los 90 minutos de un filme plagado de gestos y acciones que parecen ser diminutos pero que conllevan la minuciosa construcción de personajes tridimensionales, que no necesitan más que la cotidianidad los guie.

Hasta este momento, en su prolífica carrera, Sang-sooo aplica la máxima que uno de sus personajes suelta con pesada convicción: “el mejor modo de aprender cine, es hacerlo”, pero a estas alturas, el director ya no se conforma con el cine como una herramienta artificial o en todo caso, expresiva. Lo que existe aquí es una impresión sobre el mundo, una recreación que concibe que la realidad yace en un plano largo y basado en una lógica de repetición (The Day He Arrives, 2011).

En Our Sunhi, la carta de recomendación parte el filme en dos momentos, uno de honestidad brutal, imparcial y que, a pesar de que nunca es cruel con sus personajes, los presenta con dura objetividad, esto a raíz de la primera carta que el maestro hace. Cuando Sunhi, decepcionada por la furtiva misiva, comparte su sentir, el maestro escribe otra carta de recomendación, el filme toma otro giro, los mismos personajes se deslizan con movimientos similares pero en diferentes direcciones, en un ajedrez de íntima esencia.

Por ello, para un cineasta con la trayectoria de Hong Sang-soo, la actividad fílmica no es más que un juego de repeticiones, ligero y ágil, donde la musa siempre es la indecisión del brío artístico, o en su defecto, el brío creador. La incertidumbre de la siguiente jugada, de la cual, Hong, siempre nos presenta la preparación, pero rara vez el mate.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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