FICUNAM | ‘Mercuriales’: Devorar la historia

Europa se ha cubierto de guerras ficticias que han minado su tejido social. Los conflictos y tensiones han sido incesantes desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Aunque no han explotado con la misma contundencia de esa última “gran guerra”, han reconfigurado el paisaje, no sólo físico, sino social y moral de todo el continente. Ya el historiador británico Eric Hobsbawm planteaba que la historia del Siglo XX no es una de reyes o cabezas de Estado, sino de la sociedad. Lo que vemos en el ambiguo filme Mercuriales (2014) es precisamente una historia de protagonismo disperso que presenta una identidad fragmentada.

La película es dirigida por el cineasta parisino Virgil Vernier, cuyos trabajos previos incluyen el cortometraje Thermidor (2009), sobre un motociclista que cada año acude a los ceremoniales del Rey Luis XIV; y Orléans (2011), sobre dos bailarinas exóticas que se ven atrapadas en las festividades que conmemoran a Juana de Arco. Su nuevo trabajo se adhiere a su elegante filmografía subrayando la importancia de la historia en un fugaz presente y sus problemáticas más vigentes. En Mercuriales se presenta básicamente la historia, situada en un futuro no distante, de dos hermanas inmigrantes en una metrópoli europea coronada por dos edificios gemelos, las torres Mercuriales.

Iniciando con la historia de un guardia de seguridad de origen africano dentro de estos falos tecnocráticos, el filme hace una radical agresión, abandonando a este personaje y centrándose en otros, particularmente las dos hermanas, creando un crisol pluricultural que incluye culturas europeas orientales, árabes y africanas (como la muñeca Shisha). El discurso formal de Vernier combina tomas abiertas y juegos de perspectivas de un paisaje urbano a punto de quiebre con encuadres o planos cerrados de los personajes que aparecen a cuadro, así como un denso score a base de sintetizadores, cortesía de James Ferraro y la oblicua fotografía de Jordane Chouzenoux.

Asimismo, Mercuriales integra el peso de la arquitectura a historias personales, reuniendo así nociones mitológicas, tarot y astrología, de una manera que recuerda mucho al cine del francés Chris Marker. El filme es de una estructura libre e irregular que, a pesar de sus múltiples digresiones, no pierde cierto candor y magia en su presentación, como esa bella escena en la que un misterioso búho aparece en el cuarto de una de las jóvenes, culminando con el personaje con el que se inició el filme, ahora un militar en medio de un conflicto bélico que nunca es especificado, tal como el iniciado posterior al 11 de Septiembre. Un fantasma recorre todo el mundo. Hacia el final del filme, el paisaje urbano europeo ahora destruye parte de la ciudad, armado con dragones de acero que con sus fauces devoran la marginalidad, protagonista de la nueva historia.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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