Una parte fundamental que despierta el interés en cualquier viaje radica en los trayectos tomados tanto para llegar como para regresar. Nostalgia, expectación, ansiedad o indiferencia se dibujan en los anónimos rostros de los pasajeros que comparten un espacio durante un período de tiempo variable, evitando el contacto entre sí y prefiriendo mirar hacia fuera, deseando que el medio que los transporta alcance su destino lo más pronto posible, o quizá que nunca llegue al mismo. Esta ambigüedad permea en El ministerio de hierro (The Iron Ministry, 2014) el más reciente trabajo del antropólogo y documentalista norteamericano J.P. Sniadecki, director del documental Foreign Parts (2010) codirigido por Veréna Paravel.
El filme de Sniadecki, que fue resultado de una inmersión de poco más de tres años en las vías de trenes de China, serpentea dentro del vasto territorio del gigante asiático presentando su realidad a través de un cuidado trabajo antropológico que presenta una realidad social a través de, básicamente, una experiencia sensorial. Las tomas de Sniadecki presentan no solo el gesto, sino el movimiento de los trenes, los imponentes y vibrantes sonidos emitidos por locomotoras, los claroscuros creados por túneles y el continuo vaivén de los vagones, sin tomar mucha atención a lo que pasa fuera del tren.
El cambio tecnológico es presentado a través de sus pasivos protagonistas, de una manera muy similar a la que esta presente en el vertiginoso Leviatán (Leviathan, 2012) de Castaing-Taylor y Paravel, que han colaborado con Sniadecki en otras ocasiones y cuya influencia y de su Laboratorio de Etnografía Sensorial es evidente e irrefutable en la manera en la que esta ensamblado este ministerio de hierro, un sólo viaje con una gran cantidad de pasajeros, ignorando, su origen y destino. Hombre y máquina se fusionan en este abrumador tratado sobre el incontenible e imparable avance tecnológico del cual no somos más que nostálgicos pasajeros.
Este filme hace gran dupla con el cortometraje documental del cineasta armenio Artavazd Peleshian End filmado en 1991 y que también forma parte de la programación de Ambulante. Este se trata de otra filme-travesía sin inicio ni final en el que la cámara de Peleshian se vuelve casi intrusiva en la expresión de cada pasajero. El trabajo del documentalista armenio se ha caracterizado por su belleza plástica y su rítmica sensorial, ideal para plasmar con sagacidad algo tan simple y banal como un viaje en tren y convertirlo en algo casi trascendental. Ambos filmes vagones distintos de un mismo tren, misterioso y fugaz.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura de Ambulante.