La devoción puede llevar a estados de atenta contemplación y estudio, inspira y motiva a llegar a reconocer y explorar capacidades propias, virtudes ocultas en la emulación de nuestros héroes. Cuando laboraba como obrero petrolero en 1985, un joven texano organizó una sociedad fílmica en Austin, buscaba mostrar películas clásicas de corte artístico, así como trabajos de notable vena experimental para una creciente base de entusiastas cinéfilos. El joven que preparó este elegante oasis en medio del árido territorio texano fue el enorme cineasta Richard Linklater.
Double Play: James Benning & Richard Linklater (2014) forma parte del legendario serial Cineastes de notre temps creado por André S. Labarthe y que muestra a titanes del cine hablando de la manera más transparente y genuina sobre su visión del mundo y el arte. El director del documental, también crítico cinematográfico y programador, Gabe Klinger, presenta a Linklater como el resultado de una notable influencia: el gran cineasta experimental norteamericano, James Benning, el primer invitado que la Sociedad Fílmica de Austin cuando ésta tuvo el suficiente dinero para traer un invitado.
A partir de este encuentro, Benning y Linklater crearon un entrañable vínculo que más allá de lo intelectual y artístico, se afinca en una profunda empatía como personas. Ambos comenzaron creando modestos trabajos de bajísimos presupuestos y armando sus propios equipos de filmación. Benning ha forjado una inamovible ética de trabajo, que se caracteriza por tener sus raíces en el movimiento estructuralista de los años 60, que vio desfilar figuras míticas como Stan Brakhage y Hollis Frampton. Dentro de una amplia trayectoria que incluye obras clásicas estructuralistas como Landscape Suicide (1973), Benning siempre buscó explorar, bajo un riguroso sistema numérico, temas cercanos a la clase obrera y a activismo político con distintiva sensibilidad.
Linklater por otro lado, comenzó haciendo pequeños cortometrajes en 8 y 16 mm hasta que eventualmente se convirtió en una figura central del renacimiento del cine independiente norteamericano por capturar brillantemente a la sociedad de Austin, haciendo una brutal abstracción a todo Estados Unidos en Slacker (1991). A partir de ese punto, Linklater se aventuró a trabajos bajo el rígido sistema de estudios, pero siempre imprimiendo un reconocible sello autoral. Y aunque las carreras de ambos cineastas tomaron rumbos divergentes, el lazo creativo de cariz filial que los une es retratado con sutileza por Klinger.
El carácter marcadamente dialéctico del cine de Linklater se funde con la naturaleza contemplativa y rítmica del cine de Benning en apenas unos cuantos días que ambos pasan en Texas, en la que se enfatiza una dupla padre/hijo en una simple y bella secuencia de béisbol o una de maestro/aprendiz caminando por algunas locaciones y evocando historias, disertaciones de lo cotidiano como aquellas de Jesse y Celine de la trilogía Before Sunrise/Sunset/Midnight.
Justo antes de cerrar, Linklater le muestra a Benning algunas secuencias de su épico proyecto que tomó 12 años de filmación, Boyhood (2014), de la misma manera que un niño enseña su mejor trabajo a lo que espera sea un orgulloso padre; resulta muy apropiado que sea un sensible y delicado tratado sobre la cronología, dado que ésa siempre ha sido una preocupación central en su cuerpo artístico. Lo que Double Play demuestra es que el tiempo en el cuadro rara vez hace suficiente justicia al tiempo que transcurre fuera de él, aunque Klinger muestra que la fortaleza de un vínculo comprime enormes e intangibles masas de tiempo en un contacto, capturado en imágenes.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)