FICUNAM 2013 | ‘Mai morire’: Vivir la muerte

Chayo (la cantante veracruzana Margarita Saldaña) regresa con su familia después de una larga ausencia. Vemos a nuestra protagonista internarse hasta lo más profundo de Xochimilco para volver a casa, ahí la esperan su convaleciente madre, sus dos hijos y su marido. Rápidamente se sumerge en la rutina familiar, como si nunca se hubiera marchado. Pero se le nota incómoda, fuera de lugar, ansiosa, con la mente puesta en otro lugar, mientras por las noches sus sueños la acosan y parecen predecir el futuro.

Mai morire (2012) es el segundo largometraje del director mexicano Enrique Rivero, quien además escribió el guión junto a su hermana. Rivero detalla que la historia que dio pie a la cinta se la contó la Chayo original —la podemos ver en la última escena— durante la producción de su ópera prima, Parque vía (2008).

El título —en italiano— hace referencia a las palabras “nunca morir” y ese sentimiento fúnebre inunda la película. Desde que Chayo llega a ese punto donde “el tiempo pasa diferente” y vemos atravesar la trajinera bancos de niebla, está obligada a regresar debido a que su madre está enferma pero vive sin entusiasmo. Podríamos decir que vive en automático. Actúa porque debe no por afán.

También hay una intención del director por regresar a los orígenes, en este caso el tradicional día de muertos que en lugares como Xochimilco sigue festejándose sin influencias extranjeras.

Rivero opta por una dirección sutil y minimalista, casi rayando en lo contemplativo, para ofrecernos un retrato de esta mujer que se siente atrapada por su origen y su familia. La preciosista fotografía del catalán Arnau Valls Colomer juega un papel importante en la narración de la película, recordando a lo hecho por el maestro Gabriel Figueroa en María Candelaria (1944) —guardadas las debidas distancias, claro—. Dos relatos sobre la femineidad atrapada y aplastada por las tradiciones, aunque en Mai morire nunca queda claro si Chayo quiere irse para ser libre o para desempeñarse como cocinera/sirvienta.

Mai morire está llena de simbolismos —intencionales o no—: su madre en la lúgubre Isla de las Muñecas, el prendedor que entrega a la amante de su marido, los pies clavados a la balsa, los niños flotando muertos en el río, la marca en el techo, los zapatos viejos sucios y los nuevos impecables. Todos redondeando la idea de que nuestra protagonista no se halla, su espíritu no está ahí a pesar de que su cuerpo lo esté.

Al final es como apunta la madre de Chayo: “Nadie escapa a su destino.”

Por Rafael Paz (@pazespa)

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