FICM | ‘La sal de la Tierra’: La retina enferma

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La estética puede ser un gran aliado en el reforzamiento de un mensaje social, pero su papel rara vez es usado con sagacidad, una que pueda rebasar el mero preciosismo y que sea capaz de presentar una visión del mundo que empuje a su cambio. Thomas Schiller, filósofo alemán, decía que las cuestiones estéticas son fundamentales para el armonioso desarrollo de la sociedad y el individuo. El fotógrafo brasileño Sebastião Salgado es presentado por el gran cineasta alemán Wim Wenders como un fiel creyente de ese principio en el documental La sal de la Tierra (The Salt of the Earth, 2014).

El documental de Wenders es como muchos otros de su tipo, con un formidable y estimulante contenido acompañado por un molde adherido a las reglas de oro del género documental, en el que somos guiados por Wenders y el hijo de Salgado, Juliano. Salgado siempre fue un hombre con una perspectiva óptica distintiva, que se caracterizó por escribir con luz y sombra desde sus primeros años, retratando el trabajo de mineros brasileños y sus salomónicas crónicas en impresionantes imágenes que evocaban las bellas y horríficas visiones de Hyeronimus Bosch.

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El legado gráfico de Salgado, como es presentado por Juliano y Wenders, es uno que reconoce que la fuerza de trabajo es “la sal de la tierra” que nutre conflictos internacionales de diversa índole, como hambrunas o grandes éxodos migratorios. La lente de Salgado es una que tiene una incesante necesidad de ver y plasmar un radiante fresco de la crudeza que atrapa el ojo con su preciosismo formal pero que incomoda y abre la indignación por lo que retrata: una crudeza exquisita. Wenders hace particular hincapié en el compromiso social que existe en el acto de retratar de Salgado, que varias veces pierde su misión original en detrimento de robustecer vanidosas colecciones de arte y galerías que se hacen parte de un capital cultural.

Detractores del trabajo de Salgado han hecho énfasis en este particular punto, en lo que se concibe como una glorificación plástica de conflictos sociales de enorme peso. Habiendo creado una muy distintiva semiología de lo marginal, Salgado ha hecho un uso prodigioso de la imagen para traer atención precisamente sobre esos temas, que también integran otros linderos como el espectacular infierno de la extracción de petróleo en Kuwait o el abrumador proceso de globalización que actualmente recorre el mundo.

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Así es como el documental llega a su punto nodal, en el que Salgado, en un proceso de sanación ocular, presenta una radicalmente bella representación del mundo antes de la irrupción de todos sus malestares. Al adentrarse en una reconstrucción del Génesis, quizás el proyecto más ambicioso estéticamente de Salgado, el fotógrafo encuentra impactantes imágenes de calidad prístina, una especie de asepsia de los densos problemas sociales que su lente ya había captado anteriormente. Basta con apreciar el duro silencio que esas imágenes provocan en el documental a Salgado para percatarse de la necesidad de presentar su versión de la Creación, una que mantiene su estilo, paliando no sólo su lente, sino su alma artística. Ante la nula capacidad del arte como herramienta de cambio social, Salgado nos presenta una utopía regresiva que descansa en una fantasía necesaria.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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