‘Marea humana’ y la transgresión de las fronteras

La migración por causas bélicas o socio-políticas y sus consecuencias, ha sido expuesta tanto en su forma documental (Llévate mis amores, Arturo González Villaseñor, 2014; Homeland. Iraq año cero, Abbas Fahdel, 2015; The Girl Who Saved My Life, Hogir Hirori, 2016) como en la ficcional (Xenia, Pano H Koutras, 2014; Bolishopping, Pablo Stigliani, 213) en la última década. Human Flow es un documental del artista y activista chino Ai Weiwei que encuadra las narraciones de los migrantes en veintitrés países a lo largo de un año de rodaje.

El trabajo de Ai Weiwei busca exponer las condiciones, dificultades y ayuda que reciben los migrantes en los distintos espacios tratando de encontrar un equilibro, al menos, en la exposición estética. Long shots que buscan abarcar no sólo la marea de cuerpos, sino la inmensidad en la que deambulan: nombres que llevan memorias de sus muertos, cuerpos que padecen enfermedades, individuos en una especie de suspensión soporífera de años y niños que han nacido en el exilio, sin acceso a un sistema educativo o de salud.

Las cifras que acompañan la narración son lápidas que crecen inconmensurablemente: los números rebasan los rostros que narran su experiencia a cuadro. El esfuerzo por darle nombre a cada historia acaba perdido en una tormenta datos duros que crecen hasta el vértigo: Afganistán, Irak, Turquía, Líbano, Kenya, México, Gaza, Palestina, Israel… se vuelven espacios que logran mimetizarse por momentos en la devastación y la miseria: “En esta foto no se distingue/ Si es Pakistán o es una calle de Tijuana/ Pudiera ser cualquier ciudad africana/ Lo seguro es que la zona es totalmente/ Desolada”.

La transgresión de las fronteras por una tormenta infinita de exiliados, no sólo expone la violencia y el estado de excepción en diversos puntos del globo, sino la búsqueda perpetua por conservar la vida. El documental de Ai Weiwei expone por momentos un subtexto pocas veces tratado de manera explícita: la vida en el exilio también es un abismo que bebe oscuridad. Entre la búsqueda de subsistir y generar nuevas condiciones también está el acoplamiento a la inactividad, a la soledad y al automatismo; el desempleo, el racismo y la intolerancia construyen también cuerpos autómatas, ausentes y resignados.

Cruzar el Mediterráneo, el desierto, zonas de guerra o fronteras políticas, es tan cotidiano, que pensar en términos de Estado-Nación para legislar políticas de migración no sólo se ha vuelto obsoleto, sino violento e intransigente. Pensar la globalización como una manifestación únicamente del mercado de productos, es querer negar a todos aquellos muertos en el exilio y, por supuesto, a los vivos, que necesitan recobrar su rostro.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

    Related Posts

    FICM | Perfect Days, de Wim Wenders
    FICM | Anatomía de una caída
    El amor según Dalva, coming-of-age oscuro y esperanzador
    Apuntes sobre la Competencia Mexicana del FICM 2022
    FICM | Certeza de una duda: Bardo o falsa crónica de unas cuantas verdades
    FICM | El silencio de la cámara: Hlynur Pálmason sobre Godland