Una conversación con Matías Piñeiro sobre ‘La princesa de Francia’

Gracias a sus “adaptaciones” de obras de William Shakespeare al universo teatral de Argentina, Matías Piñeiro se ha consolidado como una de las voces jóvenes más interesantes del cine contemporáneo. Su más reciente trabajo, La princesa de Francia (2014) –basada en Trabajos de amor perdidos del autor inglés– se estrenará el próximo 10 de julio en México, nación que forma parte ya del universo Piñeiro ante las constantes colaboraciones y visitas del cineasta argentino a nuestro país. Matías nos habla de esto y del resto de los –casi– innumerables elementos que componen su más reciente trabajo.

Butaca Ancha (BA): Matías, cuéntanos… ¿cómo surge La princesa de Francia?

Matías Piñeiro (MP): Siempre hay algo en particular que genera los filmes, excusas para generarlos. Esta es la primera película que hice viviendo fuera de Buenos Aires. Yo filmé Viola (2012) viviendo en Buenos Aires. Filmé e inmediatamente partí. El que gestara la película sin vivir donde se desarrolla fue muy importante. Sobre todo porque mis películas están sustentadas en un sistema de trabajo, de estos chicos con los que siempre colaboro: el fotógrafo, las actrices… Entonces ahí había un desafío para saber si podía ser un director de cine a pesar de la distancia. Todo surge de preguntarse: ¿puedo hacer una película estando fuera? Y ya, la respuesta afortunadamente es que sí.

BA: Háblanos un poco del proceso de La princesa de Francia

MP: Entre ViolaLa princesa… hay mucho tiempo. Viola la filmé en 2011. Para la gente es de 2013, que es cuando sucedió su estreno comercial. Hay mucho tiempo entre una película y otra. Para mí, al menos. Y Viola fue un proceso tan lindo que lo primero que dijimos al terminar fue: armemos otra. Había una gran energía de querer seguir produciendo. Y a partir de ahí van saliendo otro sinfín de ideas, que nacen de saber que puedes seguir haciendo, de la curiosidad… Por saber si podría seguir creando viviendo fuera.

Lo primero era saber qué obra tomaría. Después, tomar la escena que más me gustara, conocer el punto de partida de donde voy a trabajar… Elegir el personaje… Acá es La princesa de Francia y, de repente, ya tenía nombre la película. De ahí viene el pensar qué te gustaría incluir. Piensas la escena, donde cuatro hombres hablan de distintas mujeres y, en mi caso, se vuelve estas chicas versando sobre distintas conquistas. De ahí comencé a elaborar todo sobre estas minas que giran alrededor de un tipo y ahí, ya empiezan a surgir los elementos como la radio, lo de México, el viaje, el volver.

Todo se apuntala de acuerdo a lo que a mí me estaba pasando. Y todo por una idea vieja, que era volver a una obra de teatro que puse antes, de Rosalinda con estos chicos hace ya unos años. La obra consistía en tomar una escena diferente de cinco obras de Shakespeare para crear un pastiche nuevo donde no se modificara el desarrollo y desenlace. Incluir otro ensayo en el filme no tenía sentido. Ya no la ensayábamos y eso lo habíamos incluido en Viola, entonces lo modificamos a la cuestión de la radio. Y ahí, el que el personaje venga de otro país queda perfecto. El pretexto ideal para desarrollar todo. Así empiezan a juntarse los garabatos, los cuadritos y palabras que invaden mis libretas en el proceso.

BA: Ahorita hablaste de este sinfín de elementos que incluyes en tus películas, que son cortas, modestas pero sumamente barrocas. Cada escena está minuciosamente concebida y dentro de sí hay una gran cantidad de elementos. ¿Cómo amalgamas todos estos elementos en tus filmes?

MP: Todo tiene que ver con la biografía de los pequeños detalles. Lo de las mujeres alrededor del hombre ya te lo conté vagamente en la respuesta anterior. Y así como te lo conté a vos se lo conté a Fernando Lockett, el fotógrafo. Se lo cuento mi último día en Buenos Aires. Cuando vuelvo a tu casa, acá en Nueva York, veo que me mandó un mail con la pintura de Bouguereau que está en el filme. Lo primero que hago es googlearlo, veo que está en el MET y voy a verla para ver qué me produce. Yo no conocía a Bouguereau e, investigando, su biografía, la de la pintura, me pareció todo muy interesante. Este artista del arte oficial, hoy denigrado. Me simpatizó la figura muy poderosa que ya no es nada. Entonces, esta pintura se vuelve el faro. Esta pintura fantástica de las mujeres alrededor del hombre, donde todas ellas se parecen entre sí, el hombre está tirado al lodo, cuando sátiro tiende a violar en otras pinturas y entonces todo esto está en consonancia con las cosas que hago, que me interesan.

De ahí, me puse a averiguar si en Buenos Aires hay Bouguereau. Y resulta que sí: en el Museo de Arte Nacional. Ahí surge la posibilidad de filmar el cuadro. En otras de mis obras, el teatro ayuda a las películas. Ahora es la pintura. Para saber qué puedo hacer yo y el cine con esto. Y todo esto se lía con la trama del personaje. Todo esto que se te pone frente a ti en la vida lo vas tomando y vas armando un tejido de ficción. Siempre tengo la intención de buscar nuevos elementos, con los que no he trabajado, que puedo incluir ahora.

Lo del futbol es lo mismo. Nunca había filmado un deporte. Entonces, digo, veamos qué puedo hacer con esto. Pudo ser tenis, básquet… Elegí al fútbol. Todo parte de algo que me gusta mucho, estas películas toman a Shakespeare pero no lo siguen a rajatabla. No es un condena, Shakespeare es un disparador. Aquí me interesaba que hubiera menos teatro. Más bien, busco deconstruir la obra.

BA: Entonces, estos elementos nuevos de cada filme… ¿Son retos que creas para cada película?

MP: Sí, todo consiste en no creerse nada. No sentirse nada. Estar abierto a ver cómo reacciono o logro filmar esto o aquello. Ahora estoy filmando en otro país. En otro idioma. Hay un nuevo reto, algo nuevo que lograr. Si pongo a María (Villar) a prenderse petardos, no va para ningún lado. Eso ya lo hice. Si otra vez corremos en los parques de Buenos Aires, lo mismo. Obvio van a permanecer ciertas cosas porque somos las mismas personas. Pero si necesito algo desde el punto de partida que me pueda llevar para otro lado. De nuevo, el fútbol. No tiene que ver conmigo ni con mi universo. Entonces lo incluimos, vemos qué podemos lograr. Obvio, todo esto se tornó en algo parecido a los caminos anteriores, porque la cabeza no cambia tanto.

BA: México es otro elemento que incluyes en el filme como personaje extradiegético….

MP: México está en La princesa… porque es parte de mi vida. Cuando fui a la Cineteca hace unos días lo hice consciente. Esto es gracias a la relación que tengo con Interior 13, con la Cineteca. Todas mis películas se han pasado allá. Todo lo que hago es en un esquema muy limitado, no es algo que se vea en todo el mundo. Sin embargo, mis películas las han ido a ver en México bastantes personas. Hay una sensación muy interesante. Entonces, al concebir La princesa… me di cuenta de que no había cliché en decir que estaba en México. Jugar con la biografía. Elementos de mi vida pero re-trabajados. Decir que Víctor venía de Nueva York hubiera sido más plano. Lo de México le da un camino menos obvio y que tiene que ver conmigo. Doy talleres allá, tengo mis amigos. Es un sitio muy cotidiano para mi. Así como mis amigos están en mis películas, igual los sitios que me son familiares. Las películas absorben mi vida con variaciones. Digo. Tampoco soy Víctor, pero hay algo.

BA: Ahorita estás trabajando en Estados Unidos. ¿Cuándo podemos esperar la shakespereada mexicana?

MP: Me encantaría trabajar en México. Es cuestión de que exista una propuesta. Cuando empezó esto, no pensé que fuera necesario hacer un filme en inglés. Surgió la posibilidad y lo hice. Igual voy a empezar a trabajar con otro director, el español Lois Patiño con quien trabajaré La Tempestad y es algo que me gusta mucho. Una obra compartida. Algo más roto, más abierto. Mezclar su estilo que me gusta mucho, los ambientes, el espacio, con el mío, que él, dice, también disfruta.  Como eso, una shakespereada mexicana bien podría ser. Habría que elegir la obra. Igual podría ser Porcia. Yo siempre quise que Porcia fuera un corto. Y no estaría nada mal hacerlo en México. No es tan difícil.

BA: Para cerrar, ¿cuál sería tu escena favorita de La princesa de Francia?

MP: Más que escena, hay algo del filme que me gusta mucho. Cómo se mueve ésta de una escena a otra. Como algo del ritmo y el montaje. Me gusta la del futbol, obvio… La de los besos en la sala de teatro, la considero muy sensual… la oscuridad, el teatro, el beso oculto al desconocido… También me gusta el baile, el personaje de Romina Paula… El plano final me gusta mucho, es el único en cámara en mano. Pero me quedo con el de los besos en la obscuridad. Esta cámara detrás, en penumbra. Creo que es lo más sensual que he filmado.

Por Pedro Segura Bernal (@pedroemilio)

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