‘End of the Century’: The Ramones y el álbum del recuerdo punk

En la década de los 70, tras experimentarse con la psicodelia e iniciar el boom de la onda hippie, la música ofrecía un melódico pop representado en Abba, el I Love Disco glorificado en el extinto Studio 54, el hard rock de Led Zeppelin, el glam de David Bowie y la progresión en Pink Floyd. Ante ello, una inconformidad por lo mainstream motivaría a que otra vertiente musical, el punk, comenzara su primera oleada en Nueva York en 1974, una con acordes frenéticos y un rock n’ roll más explosivo, a través de una banda conformada por cuatro jóvenes con jeans rotos, tenis, playeras y negras chamarras de cuero: The Ramones.

Sus inicios y su legado, importantes para abrir en el sendero punkero a grupos como la californiana Dead Kennedys y los ingleses The Clash y The Sex Pistols, así como la exploración de los perfiles de sus pioneros integrantes, Joey (vocalista), Johnny (guitarra), Dee Dee (bajo) y Tommy (batería) conforman a la cinta End of The Century: The Story of the Ramones (2003).

Michael Gramaglia y Jim Fields dirigen el rockumentary (¿o más bien punkumentary?) de una de las agrupaciones más influyentes de la historia del punk, cuya ensordecedora aclamación en conciertos jamás se vio reflejada en las ventas de sus discos, deviniendo en una escasa difusión de sus canciones por parte de las estaciones de radio en dicha época. Por ello mismo, los directores arrancan con el video de la ceremonia de ingreso de The Ramones al Salón de la Fama del Rock n’ Roll en 2002.

Siendo End of the Century su único trabajo como cineastas, se desprenden del tradicional uso de narradores para apoyarse en el material existente de presentaciones en vivo (algunos de ellos inéditos) y en antiguas entrevistas realizadas a todos los hombres que se rebautizaron como “Ramones” (tres de los fundadores originales, Joey, Dee Dee y Johnny ya fallecidos entre 2001 y 2004). Se compila de igual manera a otras celebridades que los conocieron en persona, como Deborah Harry de Blondie y Joe Strummer de The Clash, así como productores, managers, amigos, familiares y periodistas que posteriormente se especializaron en el arte del punk, todos inmersos dentro de las vorágines del entonces revolucionario género.

Es evidente la sinceridad en cada una de sus confesiones sobre el surgimiento de la música de The Ramones, su compartida admiración por The Stooges y los New York Dolls, su opinión personal sobre cada miembro de la banda, su sensación durante su adolescencia de “no encajar” en una sociedad antes de convertirse en músicos, el rechazo de estaciones de radio y la industria de ese entonces por su estilo y, sobre todo, de su añoranza por el éxito que nunca se vio reflejado en su discografía en sus 22 años de carrera, aspecto un tanto reiterativo en la película.

Gramaglia y Fields llevan de paseo al barrio de Forest Hills en Queens, Nueva York, residencia de juventud de Joey (el altísimo y optimista cantante), Johnny (un guitarrista innovador), Dee Dee (el creativo bajista sucumbido por las drogas) y Tommy (el baterista que siempre quiso ser manager), a sus primeras presentaciones en el mítico y ahora desaparecido CBGB de Manhattan y a los despliegues de estruendosas y breves rolas como ‘I Wanna be Your Friend’, ‘I Wanna Be Sedated’, ‘Rock´N Roll High School’ y ‘The KKK Took my Baby Away’.

El documental se asoma también las discrepantes personalidades de The Ramones, siendo curiosa una escena en la que el cuarteto discute en plena presentación sobre qué canción tocar. Si bien tuvieron notorias rencillas que los llevaron a variadas peleas en conjunto (una de ellas, una irreconciliable enemistad de Johnny y Joey porque el primero le bajó la novia al segundo), su unión se reflejaba únicamente cuando tocaban música en el estudio y los escenarios, siempre creyendo en sus canciones. Cabe mencionar que se retratan también a posteriores Ramones que sustituyeron a Tommy y Dee Dee: Marky y Ritchie (en batería), y C.J (en bajo), otorgando redondez al relato y a la historia del grupo.

Con gran fluidez al contar la retrospectiva de la banda, útil para conocerla a detalle y sustanciosa en cuanto a compilación de material se refiere, The End of the Century transmite con fuerza el alto estatus de culto que gozan e invita a cuestionar el por qué una agrupación pionera en el punk (y sin haber adquirido una instrucción musical) jamás transitó por las orbes del éxito, algo que sí ocurrió con otros que se dejaron llevar por su estruendo.

Así, se logra retratar a una banda que inspiró a jóvenes que no podían vislumbrar el motivo de perseguir un futuro, hablándoles de igual a igual con su música y otorgándoles señales de comprensión ante un presente, para algunos, poco alentador.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

    Related Posts

    10 soundtracks con polilla

    Leave a Reply