‘El último duelo’: El suspenso del combate

El último duelo (Miekkailija, 2015) nos cuenta la historia de Endel (Märt Avandi) un esgrimista que llega a un pequeño pueblo de la antigua Unión Soviética, con la intención de ser el profesor de actividades deportivas en la pequeña escuela local. Endel viene de Leningrado, huyendo de la policía secreta. Su pasado está siempre pisándole los talones, y aunque la solución más correcta es seguir ocultándose, encontrará en esa pequeña aldea razones que lo atan y confrontan.

La cinta es de manufactura europea, se puede ver, sobretodo, en su técnica misma. La fotografía, el diseño de producción y toda la parte manual de la cinta nos muestra, de inmediato, que estamos viendo un cine de otras latitudes. Sin embargo, en la parte de su estructura narrativa la película cae en convencionalismos de Hollywood.

La historia de la vieja Rusia, donde los burócratas comunistas son el mismo diablo, y el pueblo oprimido son el alma bondadosa que soporta todo, se aleja poco, o casi  nada, del matiz que han vendido los norteamericanos en sus cintas histórico-políticas. Por supuesto que esto no es algo desfavorable, pero conjuga poco la idea de diversidad cinematográfica. Se convierte en una cinta europea que pudo haber sido grabada en cualquier otra parte.

Más allá de la ideas políticas del filme, que tendrá detractores e impulsores, Härö nos otorga una historia inquietante, donde el suspense está siempre vigilando; como el Gran Hermano creado por Orwell en su novela “1984”, a la que hace varias referencias. Las elipsis temporales de El último duelo de pronto parecen exageradas, pues los personajes evolucionan hacia lo necesario con rapidez inaudita, pero, al estar tan bien delimitados, esto ayuda a que la empatía hacia el protagonista se concentre eficazmente. Caemos en su juego y ya no podemos escapar.

Así la cinta se convierte, precisamente, en una actividad deportiva intensa, sin descanso y llena de adrenalina; aunque la testosterona nunca aparece, pues no hay escenas de acción ágiles y acrobáticas, la intensidad es siempre parte de lo que vemos. Y es interesante la manera en que juega con el esgrima, pues éste, además de ser un deporte poco popular, presenta pocas variantes visuales. Lo que no es un impedimento para otorgarnos secuencias sobre esta disciplina que son propicias para la atmósfera de duelo en la que nos encontramos.

Las funciones estratégicas de la cinta nos ponen entre la espada y la pared, tan de prisa, que sin darnos cuenta, estamos ya inmersos en su trama. El último duelo podrá no ser una cinta grande, y que tal vez trascienda poco en la cinematografía mundial, pero tiene un punto básico para una buena película, hace al público participe de lo que en ella sucede, y eso se agradece.

Por Ali López (@al_lee1)