‘El Ocaso del Samurái’: El amor paternal del samurái

La Cineteca Nacional comenzó su ciclo de cine samurái “Honor, acero y sangre”, con una bellísima obra de poco más de 2 horas titulada El Ocaso del Samurái (Tasogare Seibei, Yamada Yodi, 2002). Esta cinta es la primera parte de la trilogía samurái de Yamada y, como dato curioso, fue nominada al Oscar por mejor película extranjera en 2003, tras 22 años sin presencia japonesa en dicha categoría.

El Ocaso del Samurái no es un festival de katanazos y sangre. Es una urgencia remarcar esto debido a que el ciclo es precisamente para observar las diferentes facetas/épocas del samurái, así mismo lo dijo el director de la Fundación Japón, Susaki Masaru, en su discurso inaugural. La cinta de Yamada es más bien una historia humana, sencilla y fácil de identificar en su estructura pero no por esto una experiencia menos enriquecedora. Menciono que tiene una estructura simple ya que es el clásico relato del perdedor que poco a poco se convierte en héroe, para la sorpresa de los demás personajes aunque no tanto de la audiencia. Ojo, sólo la construcción de la historia es común, en lo demás encontramos desde un personaje central único hasta secuencias nada convencionales.

El protagonista es uno de esos que recordarás por mucho tiempo. Un samurái llamado Iguchi Seibei (interpretado por Sanada Hiroyuki), a quien la vida le ha dado otro tipo de preocupaciones que no van asociadas con el samurái de nuestra imaginación. Tras la muerte de su esposa, Seibei debe procurar a sus dos pequeñas hijas y a su madre enferma (quien ya no reconoce a su propio hijo). La tarea no es sencilla, el dinero es poco, por lo que Seibei no tiene tiempo para pensar en katanas, diversión con sus colegas o incluso en su aseo personal.

El filme tiene algunos toques cómicos, provenientes principalmente de este problema de aseo y de los colegas, quienes bautizan a Seibei como el “twilight samurai” porque siempre desaparece cuando termina la jornada laboral/llega el crepúsculo. Aunque la mejor escena de este tipo llega cuando Seibei es cuestionado por una de sus hijas, quien no entiende para qué sirve leer (ella preferiría  coser y hacer kimonos). Comienza como algo gracioso y termina con un gran diálogo sobre el valor del conocimiento ante los tiempos cambiantes.

Yamada hace que su cinta se caracterice por tener un tono absurdista en algunas de sus escenas más serias, principalmente en aquellas donde Seibei trae a la pantalla su pasado como estudioso de las artes marciales. En otras palabras, las secuencias de los duelos son verdaderamente especiales, además de ser puntos clave en el desarrollo de la historia. El primer duelo funge como una satisfactoria confirmación a que Seibei es a pesar de todo un buen samurái, además de que es un paso adelante en la otra historia de amor que se presenta, ésta no paternal sino de pareja.

El Ocaso del Samurái retrata aspectos del samurái más conocidos, como estos duelos o el harakiri (seppuku), además de otras cuestiones no exclusivas de Japón ni de la época (el matrimonio arreglado, por ejemplo). Si bien toca el tema de una clásica confrontación entre clanes que cambiará el curso de todo y derramará sangre, repito que las grandes batallas no aparecen, dejándolas tal vez para la segunda parte (aunque por lo visto no es sobre los mismos personajes). Es una cálida mirada a un individuo (y a su familia) por encima de todo lo demás.

Y es, en general, un filme bastante dulce, aunque Yamada no duda en jugar con la audiencia, haciendo creer que la relación entre Seibei y una amiga de su infancia (Tomoe, interpretada por Miyazawa Rie) no llegará a ser algo más. De hecho, el desenlace es una bella y madura reflexión (dicha por una de las hijas de Seibei, quien narra la película), lejos, muy lejos de ser una cursi complacencia.

Si me permiten una bizarra comparación, Seibei es el Sixto Rodríguez (sí, Searching for Sugar Man, 2012) de los samuráis, alguien con una definición no tan común del término “éxito”, un hombre feliz con pocas ganas de hacer algo más que cuidar de sus hijas. El Ocaso del Samurái es un trabajo bastante completo en todo sentido, nos remarca tradiciones y enseña una perspectiva diferente, así como una relato universal de amor, principalmente paternal. Se vuelve a exhibir en la sala 2 de Cineteca Nacional el próximo sábado 20 de julio a las 19:00 hrs, y es altamente recomendable.

Por Eric Ortiz (@ElMachoBionico)

*Gran elección por parte de Cineteca Nacional para abrir el ciclo, la asistencia fue excepcional (2 horas antes ya no había boletos disponibles), aunque la organización pudo ser mejor. Se preparó un coctel para celebrar la inauguración, sin embargo la logística falló: El Ocaso del Samurái se exhibió en la sala 2 (la parte vieja de la Cineteca), mientras que el coctel se celebró en el segundo nivel de las nuevas instalaciones (cerca de los helados Roxy). Tenías que perder tu lugar en la gran fila de ingreso a la sala 2 si querías subir a degustar el coctel. La proyección, programada a las 19:30 hrs., se retrasó casi 1 hora, y si bien se entiende que esto fue por el coctel y el discurso de bienvenida, nada de esto fue con previo aviso.

    Related Posts

    Ver a Seijun Suzuki en 35 mm
    Frágil como una palabra: el cine de Rita Azevedo Gomes
    Talento Emergente | ‘La fábrica de nada’: danza el capitalismo
    Talento Emergente | Luciérnagas y la luz de la esperanza
    39 Foro | ‘Lxs Chicxs Salvajes’ y el golpe de la feminidad
    66 Muestra | ‘La camarista’ de Lila Avilés

    Leave a Reply