‘El lugar más pequeño’: El cuerpo subversivo

 OjosdeTopo

Esto no es una guerra. Es un cuerpo subversivo. Es la memoria de su dolor. Las huellas de un pasado roto por la violencia. “Eco que quedó en mí de todas la almas que ahí murieron”, advierte la mujer adulta a su retorno a Cinquera, una aldea en la selva de El Salvador. “Mi primer libro —otro hombre viejo expresa— fue el diccionario Larousse. Le decían el mataburros.” Y a la pregunta —recuerda— de ¿qué es eso de subversivo? Es cambiar las cosas para que funcionen, así como una silla que está patas pa’arriba. Otra voz se oye, en algún lugar fuera de los márgenes de la pantalla, mientras un hombre callado mira hacia la cámara. “Exigir derechos no es hacer la guerra.”

El cuerpo subversivo irrumpe como una lluvia, el cuerpo subversivo es una cueva con murciélagos que revolotean en el infierno frío de una oscura memoria, el cuerpo subversivo se limpia también con la tormenta, el cuerpo subversivo espía el alumbramiento de un becerro, el cuerpo subversivo es un micrófono testigo de un nacimiento, el cuerpo subversivo es la belleza de algo que podría haber sido un filmicidio. En El lugar más pequeño existe la reconciliación.

La cineasta ‘chilanga’ Tatiana Huezo (San Salvador, 1972) nos entrega su opera prima sobre Cinquera, pueblo en El Salvador donde nació su padre, sitio que sufrió los estragos de la guerra civil salvadoreña de los años 80. “Espejo de México”, apunta acongojada la realizadora. Un documental reconocido con más de treinta premios como el premio  FIPRESCI en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en noviembre de 2011, y estrenada a nivel mundial en la vigésimo sexta edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara —cada día que se presenta otra mención le otorgan en algún lugar del mundo—. El lugar más pequeño es un largometraje subversivo que parte la realidad en dos para que nazca de ahí la poesía: la reconstrucción. La documentalista no filmó a sus personajes sobrevivientes de la guerra, sólo grabó sus testimonios. Las imágenes son tropos que construyen la memoria. El lugar más pequeño, de la realizadora mexico-salvadoreña, es un cuerpo orgánico sonoro, “la tormenta fue construida”, aclara la directora. Tres días, tres momentos, tres amaneceres: de conocimiento, de retorno a la pérdida y de vuelta a la vida. “Un pueblo que tiene memoria difícilmente es sometido”, dice uno de los hombres que vivieron en las cuevas de Cinquera durante dos años para librarse de la muerte. Seamos subversivos para mirar este filme, punto de partida de una cineasta que sabe imaginar sus paisajes sonoros.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras (@jamonterrosas)

joseantonio.monterrosas@gmail.com

Publicado en OjosdeTopo de revista Timonel: Revista literaria del Instituto Sinaloense de Cultura. Año 2, Número 5, Mayo 2012.

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