‘El increíble castillo vagabundo’: La pintoresca fábula de Miyazaki

Una de las virtudes de la fábula es que usa la ficción para trazar un pedazo de realidad a través de la anécdota condicionada al final infeliz. El cineasta Hayao Miyazaki, con El increíble castillo vagabundo (Hauru no ugoku shiro2004), persuade al espectador de presenciar en una sensible historia la consumación de la moraleja.

La joven costurera Sophie pasa los días aislada haciendo sombreros en un pequeño taller. Cree que porque es fea el mago Howl, famoso por robar corazones de las bellas, no se fijará en ella. La Bruja Calamidad, en busca del seductor mago, llega una noche a la tienda y decide lanzar a Sophie un hechizo para convertirla en una encorvada anciana. El filme inicia con una profecía autocumplida: Sophie reniega tanto de su belleza que es transformada en una anciana. Con esta condición, la protagonista adolescente se libera del miedo a sus complejos y toma su aspecto, que al principio la aterra, como una armadura que la protege de sus complejos.

Así, Sophie se convierte en una versión más segura, independiente y audaz de ella misma cuando va descubriendo que su aspecto físico no le impide perseguir sus deseos de convivir con Howl y hacerse cargo de El increíble castillo vagabundo 

Como en una fábula, los personajes de Miyazaki no sólo sumergen al espectador en la fantasía de un mundo de magos y brujas; también funcionan como catalizadores de atributos humanos. Así, un espantapájaros con cabeza de nabo, el demonio-flama Cálcifer y el pequeño mago Marco pueden sentir el cariño de Sofí y percibir en ella su particular belleza. La historia, que hasta el momento es un qué pasaría si lo peor pasara, evoluciona lentamente en la medida en que Howl descubre en la anciana Sophie una persona amorosa y valiente.   

Howl es un adolescente egoísta que se regocija en el poder que le da la magia para conquistar mujeres y después desecharlas -entre ellas a la despechada Bruja Calamidad-, sobrevalora su aspecto físico y se rehúsa a cumplir sus obligaciones de mago.

La ironía es la médula de la fábula y en El increíble castillo vagabundo el cineasta japonés  ironiza con las carencias de sus personajes y dibuja las viciosas imágenes de la belleza y poder como  una forma de reflejar en éstas también virtudes como el amor y la valentía. En el filme, Miyazaki inserta como un recurso simbólico el aspecto moralista de la guerra, que condena ante la proliferación del amor y la paz cuando sus personajes finalmente enfrentan sus miedos.

Uno de los atributos particulares del filme es que combina con mesura el melodrama y la comedia en un paisaje animado pintoresco en el que los objetos cobran vida, las casas se mueven y los seres humanos siguen siendo igual de falibles y temerosos que en la realidad.

El increíble castillo vagabundo es más que el estético relato de una historia de amor, como se traza en la novela de Diana Wynne, pues Miyazaki disgrega la línea narrativa para concentrarse en construir a sus personajes y, con ellos, susurrar su mensaje didáctico.  

Dijo Augusto Monterroso que la burla de uno mismo es el reconocimiento abierto de los defectos propios como ideales masoquistas, y con El increíble castillo vagabundo, Miyazaki muestra que vivir la profecía del final infeliz es una forma de destruirlo.

Por Alejandra Arteaga (@Adelesnails)