El incómodo cuarto poder: ‘Paper Lion’

Prensa y deporte. Uno no existiría sin el otro y por más que a veces se odien, ambos se necesitan para coexistir y conseguir atrapar a la audiencia para vender sus productos. Paper Lion (Alex Marc, 1968) es nuestra penúltima entrega del especial que Butaca Ancha ha realizado previo al Super Bowl y su labor aquí es precisamente la de mostrar la relación que existe entre ambos lados del balón. La de quienes juegan y la de quienes escriben.

George Plimpton (Alan Alda) es el protagonista de la película, basada en el libro del mismo nombre. Un reportero de 36 años de la revista Sports Illustrated que consigue que los Detroit Lions lo metan al equipo para hacer un reportaje sobre cuán sencillo es para un hombre común convivir con un equipo de profesionales, someterse al régimen alimenticio y deportivo para al final, ingresar al selecto grupo de jugadores de la NFL.

Así como Plimpton lo hizo con los Detroit Lions, la película despierta la duda sobre si alguna vez uno como periodista no ha sido demasiado cruel o poco objetivo con un jugador que soporta un calvario para conseguir quedarse en el equipo. Ese experimento de George Plimpton abre en gran medida los ojos a quienes estamos detrás de una pluma o un micrófono y nos dedicamos a criticar sin comprender del todo ese mundo.

Sus contratos millonarios tal vez exigen que un jugador vaya un poco más allá de sólo mover el ovoide. La cantidad de dinero que se le paga también debe servir para que se convierta en la imagen de la franquicia, cosa que ya vimos que no es tan sencillo ni siquiera para una persona con un título universitario. Tal caso fue el de Marshawn Lynch, corredor de los Seattle Seahawks y quien en el campo es capaz de romper tackleadas de hombres de más de cien kilos, pero que ante un micrófono y las cámaras de televisión no fue lo suficientemente rudo como para aguantar 7 minutos de preguntas.

A nivel periodístico la película es nostálgica. Hoy en día sería inimaginable conseguir algo como lo de Plimpton. En algún momento la prensa rompió esa barrera imaginaria donde los equipos profesionales empezaron a controlar lo que querían que sus jugadores dijeran. Es una lástima que el ejercicio de Plimpton ya no pueda ser repetido en nuestros días. No obstante, la trama es rica en detalles sobre sus compañeros de juego y el staff de entrenadores.

Las secuencias donde un grupo de jugadores veteranos obliga a los novatos a cantar el himno de su universidad para saber si les caen bien o mal, son cosas que todos los que jugamos ese deporte sabemos que existen pero se quedan dentro del grupo. La secuencia donde los entrenadores exigen a sus jugadores también es amplia y detallada. Desde lo gritos intimidatorios, hasta la dureza con que algunos son tratados cuando el coach sabe que no están dando su esfuerzo máximo.

Aunque al final el experimento de Plimpton termina con él en el suelo masacrado por el rival en partido de práctica, el reportero cumple su cometido, cosa que todos los que nos dedicamos a esta profesión deberíamos hacer. Lamentablemente es difícil conseguirla, pero hasta eso tiene su gracia, ya que una historia como esa, no se logra cada fin de semana, Plimpton lo consiguió y aunque la película está basada en su libro, para quienes nos dedicamos a esta profesión o a la de mover el balón, la película sirve para sensibilizarnos frente a la labor del otro.

Por Carlos Gorozpe (@Goroz_MU)

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