DocsMX | Healing From Hate: Battle for the Soul of a Nation y el cuidado solidario

Estrecho en mi pecho jadeante, en un abrazo conmovido,
(En el mismo abrazo conmovido)
Al hombre que da su camisa al pobre que desconoce,
Al soldado que muere por la patria sin saber lo que es la patria,
Y…
Y al matricida, fraticida, al incestuoso, al violador de niños,
Al ladrón de caminos, al salteador de los mares,
Al raterillo de carteras, al sombra que espera en los callejones
Álvaro de Campos

El odio es tan ancestral como la memoria humana, tan primigenio como la tristeza y la solidaridad. Su pulsación ha sido el motor de crímenes dolorosos, terribles, destructores y desesperanzadores. Su justificación ha encontrado la forma de mimetizarse, de justificarse y de validarse a través de los siglos. Distintos sistemas económicos, políticos y culturales los han incorporado a sus ideologías y a sus prácticas, de tal manera que los normalizan y los alimentan. Permanecer crítico y atento a estas estrategias han sido una de las tareas más importantes de las resistencias solidarias.

Curando el odio. Batalla por el alma de una nación (Healing from Hate: Battle for the Soul of a Nation) es el tercer largometraje documental de Peter Hutchinson, en el que enmarca los esfuerzos de Life After Hate, una organización sin fines de lucro fundada por Chistian Picciolini, Antoy McAleer, Frankie Meeink, Sammy Rangel, Angela King y Arno Michaelis; ex supremacistas y ex líderes de pandillas con prácticas de violencia extrema.

El documental retoma las experiencias que los miembros fundadores tuvieron en su infancia y juventud. Uno de los aciertos importantes de Hutchinson es colocar la cámara desde la apertura que evita un montaje melodramático y maniqueo; su acercamiento no busca el protagonismo, sino colocarse al servicio (como también logra colocarse Maite Alberdi después del prólogo en El agente topo, 2020) de las memorias y las prácticas del grupo Life After Hate.

Tal vez la premisa principal de Life After Hate sea la convicción que “no podemos renunciar a la idea de que la gente puede cambiar completamente”. Este punto de partida es fundamental porque pareciera que le tenemos miedo, vergüenza y odio a la inconsistencia, al error y a las contradicciones. Preferimos robustecer las creencias que nos avalan a permanecer abiertos a la escucha y al reconocimiento en los otros. Por supuesto que las preguntas emergen: “¿Se puede ser reformado completamente? ¿Cómo sucede el cambio?”, pregunta Amardeep Singh Kaleka, hijo de Satwant Singh Kaleka, asesinado por un supremacista blanco en el tiroteo de el Templo Sikh de Wisconsin el 5 de agosto del 2012. La pregunta interpela y la extendemos a nuestra realidad: ¿la rabia es legítima sólo cuando no daña a otra vida? ¿Cómo encauzar la rabia que fluye desde nuestros ancestros hasta nuestro presente; en donde los feminicidios, las violaciones, los despojos a las comunidades indígenas, los asesinatos de activistas ambientales o estudiantes normalistas, son parte de nuestra cotidianidad? ¿Cómo es el ejercicio del perdón del que habla Amardeep? ¿Cómo llevarlo a la materialidad que exige algo más que la espiritualidad?

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Las respuestas por supuesto se desdoblarán en todo un espectro, pero parece que encontramos puntos en común: la escucha, el apoyo, la solidaridad, la creatividad, la creación y la horizontalidad. Life After Hate es un grupo de soporte que rebasó las fronteras de la cancelación maniquea y punitiva para escuchar, sostener y acompañar a los que desean salir de la hermandad aria y buscan reivindicarse con ellxs mismos y con su contexto político. Su memoria los interpela, los mantiene abiertos pero sin romantizar: “no estamos aprobando la ideología de las personas, sólo decimos que no olvidamos que hay personas dentro de esa gente, que hay un ser humano dentro de esa persona. Elegimos no olvidarlo”.

Elegir no olvidar es el manifiesto con el que incorporan a aquellos que han decidido salirse de los grupos a los que estaban afiliados. Deciden no olvidar que todxs buscamos sentirnos pertenecientes, que todxs hemos estado asustados y que todxs hemos querido ser escuchadxs. La lectura sociopolítica prevalece a lo largo del documental, y por momentos se hace más expresa: “¿Por qué este grupo que parece tan privilegiado se siente la víctima? Están furiosos y en muchos casos tienen razón de estarlo. Su discurso de origen es recuperar lo perdido, restaurar lo desposeído y reclamar la masculinidad arrebatada”. El capitalismo y el neoliberalismo sistemáticamente han perpetuado las estrategias de violencia y opresión que toman la forma de distintas creencias, pero su objetivo sigue siendo el mismo: controlar la producción para el acaparamiento exclusivo de aquellos que encuentran placer, poder, autoridad, reconocimiento y plenitud en cantidades perversas de dinero.

Con la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América, los grupos que permanecían esparcidos y con pocos miembros, se sintieron avalados por el discurso nacionalista y comenzaron a crear vínculos más fuertes y la gente que permanecía tímida, comenzó a incorporarse. Por supuesto, internet también hizo lo propio y no sólo la información, sino la capacidad de comunicación, hicieron que la extrema derecha saliera sin temor al desprestigio: acompañados los supremacistas, decidieron comenzar a ponerle rostro a sus ideas.

Los nombres de los grupos extremistas y de los supremacistas no dejan de aparecer, así como sus posturas y sus argumentos: Timothy McVeigh, Terry Nichols, David Lane, David Duke, Richard B. Spencer, Dylann Roof, Donald Trump… El trabajo de Hutchinson intenta también incorporar la visión de aquellos que buscan un mundo de exclusividad y privilegios, así como los fundamentos de una forma de habitar el mundo que también es colectiva.

Life After Hate descansa en los principios de cuidado y cariño que sostienen la primera forma de convivencia familiar y después social. Su tarea emerge desde el cuidado desinteresado que alguien más ofreció; desde la ayuda que no necesita ser una recompensa, que no necesita ser ganada, porque existe la certeza que todxs merecemos ser queridxs, escuchadxs y cuidadxs. Nuestra libertad, así como nuestra dignidad y nuestro cariño, habita en nosotrxs y desde nosotrxs se comparte; no puede ser arrebatado, ni transgredido. Sin embargo, es desde una orilla completamente distinta donde normalmente habito el mundo, desde donde me habito; por ello es tan esperanzador y tan reconfortante escuchar que “recibir compasión de la personas que menos merecía y cuando menos las merecía, me cambió. Déjame compartir mi versión de mi vida contigo”.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)

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