DocsMX | #FemalePleasure, en pie de lucha

«Comencé a odiarme a mí misma por ser mujer», la confesión enunciada por Vithika Yadav en la secuencia que la presenta hacia el principio de #FemalePleasure (Barbara Miller, 2018) es también una sentencia fatal por su universalidad. Al final, cada una de las cinco mujeres que protagonizan este documental, desde los matices de sus muy diversas experiencias, pugna por plantarle cara a un apabullante universo de opresiones y violencias que logra alcanzar de alguna manera a toda aquella que haya nacido mujer.

Vemos a una desertora de su comunidad jasídica, una superviviente de mutilación genital femenina que ahora lucha contra ella, una exmonja que fue violada por un sacerdote, una artista plástica japonesa perseguida por supuestas faltas a la moral –o sea, por hacer una réplica de su vulva no destinada a ser un juguete sexual– y una mujer que se dedica a la educación y divulgación sexual en la India. Todas ellas llevan un camino considerable recorrido y han decidido comunicarlo para generar una especie de contrapeso en la balanza.

Sus experiencias personales han sido llevadas de manera consciente al terreno político y público. Varias de ellas, como tantas otras feministas, han sido perseguidas por la autoridad, señaladas por la sociedad conservadora y aisladas de sus comunidades originarias. Otras de ellas son vistas como bichos raros, como seres indescifrables con motivos ocultos y sospechosos, o como objetos de curiosidad. Otras son ignoradas. No es extraño: mientras el sistema busca maneras de invisibilizar, invalidar o disminuir las oposiciones, ellas siguen.

El hilo conductor de las cinco historias elegidas por Miller radica en su esfuerzo por dar un giro radical al lugar desde donde se narra: las mujeres, históricamente destinadas a ser vistas –condicionadas a deberle belleza al mundo, a existir y valer en función de una mirada masculina– reclaman el derecho a ser vistas en sus propios términos, como agentes de cambio, como sujetos con la fuerza de redireccionar la historia, de cuestionar la moral, las costumbres, las leyes y las tradiciones, como emisoras de discursos que realmente emanan de sus deseos y necesidades.

El primer paso para exigir cambios y justicia es asumir el daño que tanto el sistema como los sujetos individuales han infringido en nosotras. Contrario a ese manual de la buena víctima que hemos visto replicado una y otra vez en tantas historias –de ficción y no ficción–, hay una fuerza tremenda que puede provenir de la decisión de enfrentar el dolor, detectarlo, explorarlo, saber nombrarlo.

Entre todas las distintas manifestaciones de violencia por las que el documental navega, el hilo conductor es la libertad que cada una de las mujeres retratadas encuentra en su incorporación del trauma. Lejos de tratarse de algo que debe ser superado, de un capítulo que debe quedar atrás, se convierte en un motor para poco a poco cambiar la dirección. Después de una opresión tradicional, histórica y sistemática, del trauma que se ha pasado como estafeta de generación a generación, hay quien está asumiendo el costo de decir “ya no más”, y de decirlo fuerte.

Por Ana Laura Pérez (@ay_ana_laura)

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