Esta es la gala del DocsDF en su novena edición, jueves 6 de Noviembre, 20:00 hrs. La luna llena se asoma. Godfrey Reggio es aplaudido como uno de los grandes, lo es, pero su sencillez exuda en sus palabras. El director nos advierte: ver el film siguiente sin abrir nuestras almas sería como comer una hamburguesa sin carne; todo se ha dicho, todo está listo. Se apagan las lámparas del Teatro Esperanza Iris y se incendia de luz la pantalla.
Godfrey Reggio tiene un lenguaje particular, una visión cinematográfica que encanta y va más allá de lo particular y concebido. Sin la llamada trilogía “qatsi” (Koyaanisqatsi, Powaqqatsi y Naqoyqatsi), la historia del cine documental, y de la cinematografía en general, no tendría aquella piedra angular que sostiene tantas visiones del cine actual. Es cierto que con Visitors (2013) Reggio no sorprende, pues nos entrega la sintonía musical y visual acostumbrada, pero con esto es suficiente. Aunque la fórmula es la misma, no es un una fórmula fallida. Vistors funciona plenamente, y nos da justo lo que pretende.
Alejado del colorido que caracterizó el primer cine de Reggio, ahora el blanco y negro unifica: democratiza a todos los elementos que pertenecen a la cinta, y a éste, el planeta donde se desarrolla. Animales, humanos, objetos inanimados, aves y árboles, todos uno, todos iguales; pero, ¿quién los observa? ¿Quién nos “visita”?
Más allá de la diferenciación entre lo natural o antinatural, lo que nos intenta decir el documentalista, con su característico lenguaje poético y críptico, es que aquí no hay nadie amo ni nadie súbdito; que la tierra pertenece a todos, hasta la tecnología que para nuestro beneficio hemos creado, y que esos objetos han afectado los paisajes y modos de vida de las especies con las que convivimos. Mientras en los manglares la vida es pacífica, lenta y entrópica, las ciudades nos regalan una agilidad monótona, matemática y rígida, pero ninguna más hermosa que otra. Las nubes citadinas son tan enigmáticas como las parvadas de gaviotas. Caos controlado. Los juegos mecánicos se erigen en el horizonte como los árboles, listos para ser admirados.
¿Y los humanos? Los humanos son animales salvajes que dejan salir sus emociones ante la mínima causa; se asombran y excitan, mientras los animales sólo observan, tal vez entienden lo que pasa. Esta es mi lectura; una de las tantas que sin duda tiene la cinta. No sólo uno entre los espectadores, sí una de todos los visionados que yo mismo tendré, pues éste cine no es para verse una vez; hay que desmenuzarlo poco a poco, en diferentes vistas, y con diferentes estados de ánimo. Y por mucho que su autor nos pida cerrar la mente y abrir el alma ante su cine, es imposible no tratar de analizar lo que frente a nosotros sucede. Un cine que todos los mecanismos dentro de uno se mueven, sentimentales y pensantes, imágenes que llegan a lo profundo, y que no permiten despegarte de la pantalla frente a nuestros ojos.
¿Y si somos nosotros los que nos observamos? Si no hay nada más que una metaficción. No hay nadie más allá de la luna, ni a nuestro costado. Somos nosotros, los mismos, los que nos viramos por dentro, los que inventamos la historia de un film sin una trama evidente; los que damos significado a los gestos que miramos en los actores retratados por Reggio. Los que miramos las historias laberínticas de los ojos profundos que nos miran desde ese lado. Sólo alejándonos lo suficiente sabremos qué es lo que nos unifica, cuál es nuestro sitio, y qué tan iguales o diferentes somos. Mientras abramos los ojos, los oídos, es espectacular la música de Philip Glass, y neguemos todo lo que sabemos. Sólo hay una manera de encontrar la respuesta: entrar en la pregunta.
Por Ali López (@al_lee1)
