Distrital | ‘Los Hámsters’: Disfunción familiar

Hay una línea delgadísima entre ser sencillo y ser simplón. En su ópera prima Los Hámsters (2014), el director tijuanense Gilberto González Penilla logra confeccionar una historia sencilla, contundente que no necesita de los excesos para desarrollarse y entregar su mensaje.

En alguna parte de Tijuana vive una familia disfuncional formada por 4 personas, poco hablan entre ellos, incluso se evitan, podrían no estar relacionados y la pintura sería la misma. Rodolfo, el padre de familia, marcha al trabajo todos los días, lleva meses desempleado y ejecutando la farsa. Su mujer, Beatriz, vive en plena crisis de la edad, añorando lo que alguna vez fue. Juan, el adolescente hijo mayor, es un pelmazo incapaz en la escuela y torpe para el control prenatal… pronto va a ser papá. Por último, la más pequeña de la casa, Jessica, vive pegada al celular y a través de éste pierde clases y experimenta con su sexualidad.

El retrato de González Penilla es bastante claro. Él mismo admite haber tratado de contar una historia sencilla, accesible para el público. Un relato con el espacio necesario para identificarse, sin caer en el lugar común del melodrama o en las conocidas trampas del cine de autor/festivalero que tanto abunda en México. Tampoco es un retrato de Tijuana y su violencia o sus problemas migratorios, un tic muy popular de los últimos años.

A lo largo de su corta duración –poco más de 70 minutos–, Los Hámsters parte de problemas particulares para abordar lo universal. ¿Qué llevó a esta familia a comportarse como lo hace? ¿Cuál es el origen de sus problemas? Sin darse al tremendismo, el director lleva a sus personajes a desarrollarse poco a poco con pequeños guiños y trazos.

Por ejemplo, Rodolfo está tan deprimido con su vida que un capuchino con crema batida gratis le provoca un inmenso placer; o Juan, quien fantasea con criar a un niño con el sueldo de un cajero de una tienda de conveniencia, sin medir la titánica tarea que le espera.

Quizá, el único pecado de un proyecto como Los Hámsters sea precisamente su espectro sencillo, que algunos podrían tomar por falta de ambición. Sobre todo si lo comparamos con otras óperas primas nacionales  de “ambición” como Todo mundo tiene alguien menos yo (2012) o Halley (2012), está más cerca de Los insólitos peces gato (2013) en su análisis de la familia. Sin embargo, Los Hámsters brilla gracias a la atípica sinceridad de su propuesta.

Gilberto González Penilla quería alejarse del llamado “cine de autor”, al hacerlo demostró que cuenta con una voz propia, fresca y necesaria.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura del RMFF.

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