‘Días cortos’: Estadía atemporal

La duración de una película está determinada por criterios que no son del todo claros y, nuestra concepción de cómo debe estar estructurada responde a las convenciones literarias con las que todos estamos familiarizados: inicio, desarrollo y desenlace. La opera prima del otrora traductor y proyeccionista neoyorquino, Ted Fendt, desafía radicalmente estas convenciones con economía narrativa y austero rigor formal.

En Días cortos (Short Stay, 2016), Fendt adentra al espectador en un momento específico de la vida de Mike (Mike MacCherone), un treintañero que no cuenta con ninguna habilidad o talento especial, su aspecto es perfectamente promedio y no tiene ni un ápice de carisma o prospectos reales de cambiar su situación, lo que lo lleva a residir en Filadelfia. Sin un rumbo definido, conocemos de Mike lo que una hora de encuentros y situaciones nos permiten conocer.

“No pasa nada”, “aburrida”, “esto no es cine”, “¿?” y demás expresiones son las que pueden leerse o escucharse después de ver la película de Fendt y esas voces críticas probablemente no le darán mayor consideración a este granuloso relato que tal como su personaje principal no se adapta, ni pretende hacerlo, a un código preestablecido para ser aceptada, pero no desde un lugar hostil, agresivo o de confrontación, sino de sencilla franqueza y sentido del humor.

Tomando como inspiración clara los primeros trabajos de los críticos de la Nouvelle Vague (Le beau Serge, 1958 o La Boulangere de Monceau y La carriere de Suzanne, los primeros dos cuentos morales de Rohmer), Fendt filma con una sola perspectiva de cámara, hace uso un hábilmente discreto juego con el color y pone particular atención a los detalles y desde esta modesta miniatura poder capturar momentos de dolorosa humanidad: los de introversión.

En la introversión y el ensimismamiento el tiempo es relativo y particularmente cuando es registrado y reproducido, sin interpretaciones, explicaciones o acciones “relevantes” o “interesantes” y que puede plasmar lo trascendente de lo banal: algo que se puede lograr en años o sencillamente en cuestión de minutos.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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