Nuestra cobertura del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF, por sus siglas en inglés) sigue con la presencia de dos películas que recién compitieron en el Festival de Venecia, junto a una curiosa y más que exitosa ópera prima producida en Chile.
Saturday Fiction
Dir. Lou Ye
Hay una tendencia en el cine chino que, en los últimos años, busca rupturas partiendo de una peculiar forma de entender el tiempo y espacio cinematográficos. El joven Bi Gan, con sus películas Kaili Blues (2015) y Largo viaje hacia la noche (2018), ha perseguido una inusual forma de distorsionar el tiempo y así crear uno mucho más lírico que lineal, antecedido sin duda por el estilo de los cineastas de la llamada Sexta Generación, entre los que destacan Hou Hsiao-Hsien y Lou Ye. Éste último propone en su más reciente película, Saturday Fiction, una concepción del espacio que parece emanar de dos vertientes: el cine de la posguerra – en particular La dama de Shanghái (1948), de Orson Welles, y la revisión del cine de ese mismo período –por ejemplo, las obras mas recientes del alemán Christian Petzold: Phoenix (2014) y Transit (2018).
Ubicada en el Shanghái de 1941, en los días previos al inicio de la Guerra del Pacifico y la invasión de Pearl Harbor, la película (y la cámara) de Ye sigue a Jean Yu (la gran Gong Li), una famosa actriz que ha regresado al lugar para montar una obra de teatro con un viejo amante, no obstante sus motivos van más allá de montar una obra de teatro: su esposo ha sido tomado como rehén de los japoneses y ahora funge como espía. Muchos de los personajes se mueven en un entramado y complejo juego de espionaje, traición y apariencias.
Ye rompe las fronteras entre la puesta en escena de Jean Yu y la historia de espías, de la misma forma que los espejos se rompen en la memorable secuencia final de La dama de Shanghái, creando una estructura que remite a la “incomprensible” La asesina (Hsiao-Hsien, 2015), como la película de Hou, Saturday Fiction demandará al espectador regresar varias veces al largometraje si lo que pretende es entender la trama. Una actividad tan frustrante como armar un espejo roto.
About Endlessness
Dir. Roy Andersson
Con frecuencia se describe al sueco Roy Andersson como un cineasta de lo absurdo, sin embargo la colección de viñetas que componen su último largometraje más bien cuestionan a quienes encuentran más absurdo el hecho de que un mesero derrame vino al servirlo que cualquier atrocidad normalizada durante la última década. Al igual que Vitalina Varela (Costa, 2019), la película toma como eje, en caso de haber alguno, a un sacerdote que ha perdido la fe y que tiene pesadillas recurrentes, siendo la más abrumadora una en la que carga una cruz mientras un grupo de fariseos de ropa contemporánea lo fustiga igual que a Jesucristo.
Las viñetas de Andersson encuentran esos retablos sin color, austeros y sofisticados como la muestra de una pérdida. Sus personajes llevan sumidos en la melancolía más de 20 años, prácticamente desde Canciones del segundo piso (2000), un mundo que Andersson parece negado a abandonar aunque le sigue dando material para trabajar. Se podrá acusar a Andersson de redundante o repetitivo, en ese sentido su práctica cinematográfica es un reflejo de la necedad del mundo que se filtra a través de su lente pesimista. En una viñeta clave, Hitler está en su búnker a punto de ser derrotado por las fuerzas aliadas. La presencia de su ocaso en esta película más que esperanzadora resulta terrorífica, porque Andersson parece anunciar la llegada de algo peor que garantiza la continuidad de la melancolía, precedida por el horror.
En la primera viñeta –la única que podría ser descrita como lírica–, Andersson pone a una pareja volando sobre las ruinas de una especie de Holocausto, ambos con los ojos cerrados, serenos en su suspensión mientras que abajo sólo hay ruinas. El apropiado título de la película, que habla sobre una especie de infinito, bien podría referirse a la serenidad de esa pareja flotante, un refugio celestial frente a la tristeza de lo terrenal. Si una paloma reflexiona sobre la existencia, lo más sensato que puede hacer es volar.
Lina de Lima
Dir. María Paz Rodríguez
Una de las prerrogativas mas evidentes del Festival de Toronto está ligada a la representación, por eso muchos grupos minoritarios encuentran cabida en la oferta de mas de 300 títulos, ofreciendo rarezas como Lina de Lima, primera ficción de la cineasta chilena Maria Paz Rodríguez. La realizadora toma el carisma en bruto de la actriz Magaly Solier (La teta asustada, 2009) para realizar una peculiar pieza de realismo social, salpicada con números musicales que remiten a la iconografía y sensibilidad de los videos musicales latinoamericanos que nutren la programación de Bandamax, Vh1 Latino o el canal de música de su elección.
Lina de Lima presenta a una mujer que por trabajo deja a su familia en Perú para desplazarse a Chile, donde cuida una lujosa casa donde están instalando una piscina. La película presenta los números musicales como diégesis forzadas que aligeran el ritmo de la película, aunque difícilmente muestran elementos que puedan añadir algo de valor a las intenciones de la cineasta. La película se apoya completamente en la presencia de Magaly Solier, quien es figura central de los números musicales y funge como una especie de diva terrenal, ella busca afecto de hombre en hombre al no recibirlo de su hijo, en una vena similar a las trágicas heroínas del cabaret y el burlesque mexicano. María Paz Rodríguez bien podría ofrecer en el futuro una película que integre mejor las visibles ambiciones de Lina de Lima.
Por Jorge Negrete (@jjnegretec)
Desde Toronto.