Macabro | ‘Demonios’: La sala oscura se llena de sangre

Lamberto Bava es hijo de Mario Bava y, sin duda, es alumno de éste. Al menos queda claro al ver Demonios (Dèmoni, 1985).

La cinta presenta una historia sencilla: un grupo de personas acude a una función gratuita en un cine que acaba de ser restaurado. Cuando arranca la función notan que la película comparte detalles con la vida real. La cosa se complica en el momento en que los demonios no sólo atacan en celuloide, sino que amenazan con convertir a toda la audiencia en hambrientos espíritus demoníacos.

Utilizando una paleta de colores saturados y un espíritu lúdico muy similar al de su padre, Bava no busca cambiar el género, ni modernizarlo. Sólo quiere entregar aquello que los fanáticos del giallo italiano tanto disfrutan: sangre, efectos especiales y maquillaje artesanal. Una historia ridícula y mucha sangre. Y lo logra.

Su trabajo está llena de pequeños gags que buscan apuntalar ese ángulo divertido. Como esa pandilla de punks aspirando cocaína de una lata de Coca-Cola a través de un popote o el muchacho chico de la película gacha rebanando zombies con una katana.

Bava asimismo juega con esa sensación que han tenido muchos fanáticos del cine de horror –y espectadores en general–: los terrores de la pantalla se vuelvan reales. Es probable que de suceder reaccionariamos igual que los personajes del guión, de manera torpe y precipitada.

Son muy pocas las oportunidades para apreciar películas del giallo en una sala oscura y en una pantalla gigante, aprovechen lo que Macabro programó su deleite.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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