Cuando veas las llantas de tu vecino cortar

Los ochenta fueron la gloria para los hermanos Almada, en especial para Mario, quien para algunos fue una suerte de Chuck Norris mexicano, y los balazos y parquedad tuvieron buena entrada hasta que llegó el “nuevo cine mexicano”. Muchos filmes de los Almada han quedado en el olvido, ninguneados por “el buen gusto”. Lo bueno es que en el barrio de Tepito y algunos botaderos del centro histórico mexicano aún se puede encontrar una chulada de 95 minutos llamada El Trailer Asesino (1986).

Alguna vez un amigo me dijo que la había visto doblada al inglés bajo el nombre de The Killer Trailer. Todavía no he encontrado tal cosa, y en realidad no es tan fácil hallarla en dvd original, pero por ahí anda, y no tiene desperdicio alguno.

La vida de camionero es dura: soledad, pastillas para no dormir, prostitución y accidentes. Los acontecimientos oscuros y atípicos suceden con mayor frecuencia de la que uno imaginaría, y muchas mentes se trastocan con la música del radio, el olor a gasolina y la vida que sucede en un hotel o fonda de paso.

Los hermanos Álvarez, Mario y Fernando –recurso bien característico en las películas de los Almada llamarse igual o con un nombre igual de común- son camioneros de transporte en algún lugar entre Topilejo y Veracruz; mucha carretera, miles de kilómetros y curvas que recorrer para entregar la carga y ganarse la vida con el sudor de la frente, absorbido por la gorra copetona con águila estampada.

En el gremio de los transportistas comienzan a suceder cosas extrañas: un loco ha sembrado la muerte y la paranoia entre los guerreros del camino, y Mario lleva una personalidad un tanto extraña; anda últimamente como un zombie, es serio en exceso, ya no bromea con frecuencia y su humor no es el más óptimo. En medio de la histeria colectiva, Fernando comienza a dudar de su hermano, y el miedo y los asesinatos continúan hasta que hay un intento de violación.

Mario también tiene sus dudas hacia Fernando, y un comandante emprende la investigación con un equipo de agentes disfrazados de camioneros para dar con el verdadero culpable, con resultados que van de lo obvio a lo involuntariamente humorístico.

El Trailer Asesino (también la pueden encontrar como El Trailer de la Muerte) nos recuerda mucho a Christie de Stephen King (1983), pero los coqueteos a los “poderes sobrenaturales” del auto están más cotorros y el suspenso se convierte en uno de esos chocolates deliciosos con ingredientes de ínfima calidad que se disfruta igual o más que uno gourmet. Un garbanzo de a libra o manjar de a peso, El Trailer Asesino es un juego interesante de Alfredo Gurrola, que tal vez sin quererlo nos brinda una mirada distinta al trabajo de los Almada, fuera de los sombreros texanos, la vida dura del norte, el falso Oeste y las pistolas de corto alcance. Dentro de los lindes de la ironía y la evidencia se encuentra una actuación de los Almada, digámoslo así, más sosegada, denunciándolos como amos de la parquedad y poseedores de un “estilo” que difícilmente logra mantener la atención a las nuevas generaciones, pero que a la distancia aportan una fotografía valiosa y elemental, en la historia del cine nacional.

Pero más allá del debate de si lo que El Trailer Asesino presenta es un bodrio o no, lo interesante es ver los constantes intentos por hacer una muy buena película mexicana de suspenso, que a la distancia parecen más arriesgados que las producciones con herramientas presupuestales y tecnológicas mayores de hoy en día. No quiero decir que toda época pasada fue mejor, pero sí enfatizar las intenciones, los disparos que no dan en el blanco, pero que de alguna manera sirven de referente fiel de qué cosas movían a la gente en aquel entonces.

El discurso nacional imperante permitía en los ochenta que la gente enalteciera “lo mexicano” y era normal que la gente “se identificara” con esa parta, en esas íbamos. Posteriormente la pose moderna y los prejuicios estéticos postmodernos, relegaron a El Trailer Asesino al baúl de las vergüenzas artísticas, al imperio abúlico y predecible del kitch. Pero cuando uno revisa al “Trailer” se cuestiona qué tan fuerte o endeble es una película por sí misma; evidentemente el tiempo no le ha hecho justicia, y el trabajo de Gurrola en ésta no dista mucho del resto de sus contemporáneas, incluso hay muchas más de los Almada que gozan de mayor afecto entre quienes no se avergüenzan de disfrutar los filmes de la pareja de acción ochentera por excelencia. Qué tan fuerte fue una corriente estética de una época, con un contexto sociopolítico muy particular y cómo esa relación sociedad-arte ha mutado de una manera, -en muchas ocasiones impostada-, que convierte un trabajo fílmico en un juicio de valor a manera de negación del pasado.

No es una mirada nostálgica a lo mal hecho, hay que vivir la experiencia: hay que ver El Trailer Asesino, pero hay que verla con humor y con un ojo muy atento de por qué puede o no aportar cada escena al todo, simple sí, pero con lógicas efectistas que a veces dicen más o funcionan mejor, que muchos de los artilugios y recursos de edición dinámicos empleados en películas nuevas.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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