‘Como te ves, me vi’ y las buenas intenciones

El cine sirve para muchas cosas. Su faceta como entretenimiento masivo quizá sea la más comentada desde su nacimiento. Sin embargo, desde el inicio muchos vieron en el cinematógrafo un instrumento de propaganda. Piensen los rusos abrazando el nuevo invento como arma para educar a las masas o los puritanos americanos que lo usaron para castigar a cualquiera que rompiera su estricto código moral. D.W. Griffith modernizó la estética del cine con una mano, mientras que en la otra dotaba a su Nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1915) de las ideas raciales más retrogradas posibles.

La cinematografía mexicana no está exenta de esa vena regañona (pobres muy buenos contra ricos super malos) y Como te ves, me vi (2016) se inserta sin problemas en dicha tradición, gracias a una propuesta que busca reprender y ¡ALERTAR! antes de comprender. El mundo pintado por la película está lleno de peligros y excesos, sin áreas grises a explorar.

La cinta dirigida por Germán Quintero, quien escribió la novela en que se basa el guión, cuenta la historia de una familia de clase alta en la Ciudad de México. Usando dos líneas temporales, narra cómo vivió el padre sus años de juventud y la manera en que su hijo pasa actualmente por problemas muy similares (alcohol, sexo, drogas, violencia) y él ha empeorado los propios (amantes, distanciamiento emocional, soberbia). Un trágico desenlace es inminente.

Estamos ante un filme que intenta aleccionarnos, mostrarnos los peligros de vivir y seguir un camino alejado de la cordura y la decencia. Es un panfleto que no lleva impreso el nombre de ninguna organización religiosa, pero su estilo se siente muy cercano al espíritu de dichos grupos. Es un regaño acompañado de buenas intenciones, como un padre que castiga y al segundo acaricia con cariño la cabeza de sus hijos.

A diferencia de muchas películas mexicanas (sobre todo las de festivales), Como me ves, te vi inunda de detalles a cada uno de sus personajes (entendible, porque el director adaptó su propia novela). Sin embargo, la cantidad de información resulta abrumadora e impide un desarrollo más orgánico de las situaciones. Tomemos como ejemplo al mejor amigo del protagonista, no sólo es alcohólico y drogadicto (con todos los problemas emocionales que eso conlleva): sus papás lo ignoran, su madre es fanática de empinar la botella y su padre un político corrupto que roba constantemente dinero público. Todos pasan por un proceso similar de sobreinformación.

Quintero (bastante competente con la puesta en escena) no permite a su historia encontrar matices a ningún nivel. En cierto punto de la trama, el protagonista escapa al campo donde todos son buenos y la campiña es iluminada por una cálida luz; a diferencia de la ciudad, llena de peligros y excesos, donde las drogas parecen tener un nivel de accesibilidad similar a un Vive 100.

Padres e hijos pasan por las mismas situaciones, claro, es innevitable. Como te ves, me vi es una cinta llena de buenas intenciones que opta por el regaño antes del entendimiento.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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