‘Colmillos’: Ay, Cristóbal… ¡estás bien peludo!

En el botadero la encuentras como: Colmillos, el hombre lobo

Pregunta por ella así: En la caja me dijeron que este drop string para hombre incluía una película o ¿tiene algo donde salga Olivia Collins? Me quedé picado después de ver la repetición de Como en el cine.

Valor Agregado: Miguel Ángel Rodríguez luciendo calzón rojo cual galán de balneario. José Elías Moreno como villano, con look de padre y haciendo del junior más malo del hipódromo. La Olivia Collins noventera… pregúntale a tu papá.

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La ambición es mala consejera. Más vale ser un hombre bueno con un gran corazón que un codicioso junior. Ésa es la moraleja detrás de Colmillos, el hombre lobo, una película de la mente visionaria del tercero en la dinastía de los René Cardona del cine nacional.

La historia es sencilla: Cristóbal (Miguel Ángel Rodríguez) es un humilde entrenador de caballos del Hipódromo. Por años ha estado ahorrando para montar su propio criadero de equinos, pero Román (José Elias Moreno), un petulante riquillo, le recuerda constantemente que nunca va a obtener nada por ser un vil pobretón. Cristóbal también añora en secreto el amor de la bella Susana (Olivia Collins), una niña rica con corazón de oro que le corresponde en silencio, sin embargo, su situación económica lo avergüenza y le impide ser más lanzado con la güera.

Ante la situación, y desesperado por conseguir algo de marmaja, Cristóbal pasa sus días meditabundo. Hasta que un día sueña con una mujer extraña, va a dar a unas cavernas y termina frente a un viejo altar prehispánico. Ahí la espectral fémina le informa que es el elegido para recibir los favores de los dioses, representados en una estatuilla con piedras preciosas, una por cada virtud que le ha sido entregada. Además, es advertido de que si hace mal uso de lo caído, una maldición lo castigará.

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De esa forma comienza la trágica historia de nuestro héroe, quien empieza a intercambiar las joyas por dinero y poder, conquista a la susodicha y rechina el catre. Al mismo tiempo que un animal despiadado, por las noches ataca caballos y personas descuidadas. ¿Es un lobo?, ¿un maniaco?, ¿el Chupacabras? No, es la peluda maldición de Cristóbal cobrando sus primeras víctimas.

Pareciera que un requisito para sentirte miembro de la familia Cardona es hacer joyas dignas de El Botadero. Por si lo dudan, aquí unos ejemplos: René Cardona dirigió ese clásico llamado La horripilante bestia humana (1969) y varias películas de El Santo, incluyendo, El Santo en el tesoro de Drácula (1969), conocida popularmente como El vampiro y el sexo, entre muchas otras; Por su parte, René Cardona Jr. decidió poner en alto el apellido familiar con 8 cintas de La risa en vacaciones, siendo la octava, La super risa en vacaciones 8, por si quedaba duda del grado de diversión, además de Fiebre de amor (1985) –con Lucerito y Luis Miguel en pubertad–, De ladito me da risa (1998), y más. El tercero de la dinastía no se queda atrás con filmes como Keiko en peligro (1990), Vacaciones del terror (1989) –con Pedrito Fernández pidiendo agasajo después de la botana–, Serafín: La película (2001) y un extenso etcétera.

Así que sin temor a equivocarnos podemos decir que René Cardona III tiene sangre y el abolengo de la Serie B. En Colmillos, el realizador y su guionista, Carlos Valdemar, combinan el clásico mito del hombre lobo con elementos meramente prehispánicos, con influencias directas de An American Werewolf in London (1981), de John Landis, y The Wolf Man (1941), de George Waggner.

A diferencia de otros monstruos espeluznantes que azotan pueblos y aterrorizan aldeas, el licántropo que nos concierne se limita a causar estragos al interior de los terrenos del Hipódromo de la Ciudad de México. Hasta eso no es desconsiderado, es buena bestia el chavo. Si tomamos en cuenta que sólo castiga a los malos, valdría decir que está a la par de cualquiera de los antihéroes que abundan hoy día.

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Podríamos pensar que el nimio presupuesto que acostumbran este tipo de proyectos, y la mano de Cardona III, darían como resultado una criatura poco creíble, pero no es así. El equipo de maquillaje se luce y exprime hasta el último peso, asimismo, un inteligente juego de cámaras evita que el pegamento de las prótesis sea obvio. Esas secuencias se encuentran entre lo mejor que ha hecho René Cardona III, ni la versión del mito con Benicio del Toro tiene alguna escena tan lograda.

Sin embargo, esta es una producción de terror mexicana dirigida por un Cardona y las cosas terminan por volver al redil del cine de explotación, el camp o el adjetivo que gusten usar. En especial esos extreme close ups al cachetero rojo que usa el protagonista para dormir y presumir buena nalga -digno del closet de Latin Lover– nos hacen volver a la realidad. Chicas, no van a extrañar a Taylor Lautner *guiño, guiño*.

La trama se desenvuelve según el canon más clásico del personaje. Llega la maldición, un periodo de lucha entre la bestia y el ser humano, victimas, sangre, diversión, arrepentimiento ante las lagunas mentales, transformación plena, el malo organiza una cacería para ultimar al coyote/lobo/perro rabioso que está espantando a los caballos y así.

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Colmillos, el hombre lobo se inserta perfectamente en el panteón de clásicos de El Botadero nacional, a pesar de su trasfondo moralino tan propio del cine de terror de aquellos años. 

Por Rafael Paz (@pazespa)

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