En 2008, el gobierno estadounidense encontró un registro en video del caso Cloverfield: el ataque de un monstruo de dimensiones colosales a la ciudad de Nueva York. El documento incluye las últimas horas de vida de cinco jóvenes que en primera instancia se encontraban en una fiesta, momentos antes del ataque.
Cloverfield es la clásica historia de un monstruo que aterroriza Nueva York. Sin embargo, el filme de J.J. Abrams y Matt Reeves no brilla por la trama. La razón de su éxito y los 41 millones de dólares recaudados durante su primer fin de semana fueron gracias a la conmoción y la expectativa que generó el marketing viral enfocado, principalmente, en la misteriosa existencia, origen, forma física del monstruo.
A partir de la presentación del teaser trailer en el estreno de Transformers, la campaña incluyó la creación de blogs y sitios que iban dando pistas supuestamente reales con discursos fragmentados y aparentemente contradictorios para que el espectador se involucrara con el universo de la película, especialmente para conocer la figura de la bestia.
La espera generó muchos rumores relacionados con el 9/11, la obra de H.P. Lovecraft, Godzilla, La bruja de Blair y Lost. Sin embargo, todos fueron descartados el día del estreno, 18 de enero del 2008.
La película está filmada y editada al estilo verité (como un filme casero) para acercar la historia ficticia a la realidad, hacerla más humana; por otro lado no sólo genera la expectativa del monstruo, también, según el director, está creada de tal manera que refleja los miedos y la ansiedad de nuestros tiempos, como vivimos nuestras vidas.
El especular sobre cómo es la bestia y su origen, utilizar una técnica tan simple como hacer una película casera, así como generar conmoción por medio de una campaña viral, es parte de toda una estrategia para alimentar la expectativa, el morbo y la curiosidad del espectador antes, durante y después del filme (ya estrenada la película, continuaron los rumores).
A través de este morbo y conmoción, Cloverfield convierte la paranoia estadounidense a un término distinto: el miedo del hombre a ser derrotado y conquistado, ese temor relacionado con la paranoia a ser rebasados y no ser invencibles.
La expectativa continúa, no existe secuela que defina el destino de la bestia. Nunca se sabe exactamente cuál es su origen y mucho menos cómo vencerlo. La ciudad de Nueva York continúa devastada en ese mundo ficticio sin final feliz; Estados Unidos no logra destruirlo.
Qué ironía pensar que el hombre es más poderoso que cualquier adversidad ajena a él mismo. H.G. Wells lo supo desde antes, cuando en su novela La guerra de los mundos el humano no puede vencer al invasor. ¿Qué hace pensar al hombre ser más poderoso e invencible que los demás? ¿Qué pasa cuando en la historia el mal es vencido?
Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)
