‘Chappie’: los límites de la humanidad

Hay un momento en Chappie (2015), tercer largometraje de Neill Blomkamp (District 9, Elysium), en que el androide titular (vocalizado por la musa del director, Sharlto Copley) le pregunta a su inventor: “¿Por qué me creaste?”, mientras su minimalista pero expresivo rostro hace una mueca de dolor. Es una escena que dota a la película de una profundidad poco vista en el cine de ciencia ficción más comercial y añade capas de lectura hasta lo que en ese momento sólo aparenta ser una comedia absurda.

En el futuro cercano, la policía de Johannesburgo se verá rebasada por el crimen. La solución a la crisis de seguridad serán unos patrulleros mecanizados llamados Rangers. El diseñador detrás de los androides es un impetuoso joven, Deon (Dev Patel), con deseos de crear inteligencia, imitar la intuición humana o, dado el caso, mejorarla. Cuando la directora de su compañía (Sigourney Weaver) le niega el permiso para seguir con dicho experimento, el muchacho decide continuar por su cuenta, desatando, sin saberlo, una serie de acontecimientos que terminarán en una crisis de seguridad para la ciudad.

Conocedor como pocos de la ciencia ficción, literaria y fílmica, Neill Blomkamp no escatima referencias para construir su historia. Del Frankenstein de Mary Shelley al Yo, robot de Isaac Asimov; de Forbidden Planet (1956) a Oestelandia (Westworld, 1973). El mayor mérito del joven cineasta es la madurez con que esas influencias son asimiladas. Por ejemplo, el conflicto central de Robocop (1987) está ahí —aunque en sentido contrario—; sin embargo, nunca se vuelve la referencia dominante. Blomkamp logra hacer todo lo que José Padilha y el estudio detrás de él no pudieron para acercar los tópicos del clásico de Paul Verhoeven a las nuevas generaciones.

El realizador nacido en Sudáfrica sabe que su responsabilidad no es refundar el género, sino llevarlo un paso adelante. Pocas veces una cinta con preguntas del calado existencial como las lanzadas por Chappie están cubiertas por un envoltorio tan llamativo y que se toma tan poco en serio al mismo tiempo. La aparición del dúo de rap rave sudafricano Die Antwoord, extendiendo su personalidad sobre el escenario a la pantalla, es suficiente muestra. La pirotecnia visual empata a la cinta estéticamente a trabajos recientes como Spring Breakers (2012) o Buenos vecinos (Neighbors, 2014); sin embargo, su fondo es de una profundidad filosófica cercana a La visita (The Visit, 2014) o Ella (Her, 2014).

Los miedos del nuevo milenio se han alejado de la ira divina para acercarse a nuestra vulnerable humanidad. No tememos el castigo de Dios, porque, como apuntaba el personaje de Jeff Goldbum en Parque Jurásico (Jurassic Park, 1994), fuimos creados por él y estamos listos para tomar su lugar, aun cuando nuestras creaciones puedan superarnos y consumirnos. A lo largo de la cinta, Chappie muestra cómo, a pesar de su inocencia, su artificial existencia tiene más matices humanos que la de sus perseguidores o la gente en general a su alrededor. ¿Qué nos hace humanos?, ¿la carne o nuestra mente? ¿Puede lo artificial tener alma?

Con esta comedia de ciencia ficción existencialista, Neill Blomkamp demuestra su crecimiento como artista. Sin abandonar sus temas recurrentes (migración, injusticia social) continúa buscando expandir el género que tanto ama. Como al Doctor Frankenstein, su creación terminará por trascenderlo.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Publicado con permiso de su autor, publicación original en Forbes México Digital.

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