‘Casi treinta’: Méndiga crisis de la edad

Emilio es un importante profesionista que a sus 29 años lleva una vida llena de lujos, éxitos laborales, ingresos económicos y una relación amorosa que cualquiera envidiaría; sin embargo, siente un vacío interno al haber hecho a un lado su sueño de ser escritor para lograr la estabilidad que tiene. A pocos días de contraer matrimonio, Emilio viaja a Sonora, su estado natal, a la boda de uno de sus mejores amigos. El reencontrarse con sus amigos de la infancia, su familia y los lugares donde pasó la mayor parte de su vida harán que Emilio se cuestione acerca de si realmente quiere estar tranquilo económicamente con un trabajo que no le gusta o si abandona su zona de confort y lucha por hacer sus sueños realidad.

El hecho de cumplir una década más de vida siempre ha sido visto como una causante de traumas, nostalgias  y tristezas que giran en torno a ver cómo la juventud se esfuma poco a poco. La depresión crece cuando cerca del nuevo decenio uno comienza a preguntarse “¿Qué he hecho de mi vida?” y el recuento de los daños no es lo que se esperaba. Bajo esa premisa, el director Alejandro Sugich muestra con su ópera prima, Casi Tr3inta (2013), a un grupo de amigos, próximos a llegar al tercer piso, en pleno proceso de enfrentarse y aceptar una cruda realidad que ya los ha alcanzado. A pesar de aparentemente estar bien con sus vidas, cada uno tiene sus propios problemas que no los dejan en paz; uno tiene un hijo al que hace mucho no ve, otro tiene problemas maritales, otro trabaja en el negocio familiar en contra de su  voluntad, etcétera.

Todos viven su crisis de distinta manera: unos se resignan, otros se niegan a madurar y otros deciden hacerle frente de la mejor manera posible. El principal problema al que se enfrentan los protagonistas es económico; al hecho de vivir en una sociedad en la que vales por las posesiones materiales que tienes, donde eres considerada una persona exitosa si sobresales en el aspecto económico.

Sugich maneja en su película un discurso muy hippie acerca de que el dinero no compra la felicidad y que uno debe ser feliz no por el tamaño de su cuenta bancaria, sino por hacer lo que le gusta: lo que lo llena como persona, lo que lo satisface como individuo. Uno debe de ignorar toda opinión, todo cliché, toda circunstancia que lo aleje de sus sueños. Hay que salirse de esa área de confort en la que te encuentras y aventurarse a alcanzar eso que siempre has querido ser, sin importar las carencias materiales que seguramente tendrás. Un pensamiento muy de la preparatoria, pero que seguramente muchos quisiéramos lograr.

A pesar de ser un tema con el cual muchos se identificarán, la forma en que Sugich nos lo plantea no es tan convincente del todo. La novatez terminó por relucir, y la película, aunque se defiende bastante bien, se tambalea en varios momentos con historias que prácticamente no aportan nada a la trama o se notan forzadas a la hora de quererlas incluir en el guión y no logran dar el impacto que pudieron haber tenido. Al inicio, pareciera de esas películas en las que vemos oficinistas frustrados tratando de salir de sus problemas e intentando salir de la rutina, pero poco a poco esos clichés se van quedando atrás y ese tono grisáceo y estresante  de la Ciudad de México queda de lado para mostrar los colores y la forma de vida tan distinta que se vive en provincia; que finalmente es lo que hace que nuestro protagonista reflexiona acerca de lo que quiere.

Desafortunadamente, la película vuelve a caer en varios clichés que la hacen perder la poca fuerza que logró cimentar. Insisto, la novatez cobró factura y el melodrama innecesario se hace presente. Finalmente, lo que Sugich quería decir era que sigas tus sueños, “¿A ti que te detiene?” dice el eslogan de la película; por lo menos fue coherente con su forma de pensar y al final logró hacer su película.

Por Luis Arredondo

 

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