Una de las actividades favoritas de la prensa en el Festival de Cannes es quejarse y este año ha dado bastantes razones para hacerlo: desde la ligeramente repulsiva forma en que toman las pruebas PCR, hasta el sistema de boletos digitales que se cae más rápido que Ticketmaster los días de preventa. La conversación sobre las películas pasa muchas veces inadvertida o es totalmente ignorada, incluso entre la misma prensa, cuyas prioridades de cobertura yacen muchas veces en la “nota de color” y un cronismo vacuo. Pese a ello, las películas están ahí, son vistas y, aunque se discute o se escribe relativamente poco sobre ellas, siguen siendo al menos el pretexto indispensable para que festivales como Cannes –donde la queja (más no tanto la crítica) es honorable tradición– se puedan llevar a cabo.

Robuste
Dir. Constance Meyer
Sección: Semana de la Crítica

Robuste, ópera prima de Constance Meyer, abrió la Semana de la Crítica de Cannes en su sesenta aniversario. Este primer trabajo busca establecer un vínculo entre dos corporalidades que habitan los espacios de manera distinta: Aïssa (Déborah Lukumuena) se dedica a la seguridad privada y es una gran entusiasta de la lucha grecorromana. Por su parte, Georges (Gérard Depardieu) es un espejo de Gérard Depardieu: un actor que vive solo y es de difícil trato. Lo que subyace es lo que es fundamental no obviar: sus cuerpos habitan espacios diferentes no sólo por el contexto económico, sino desde la cultura racial y machista de la Francia actual (Intouchables, Oliver Nakache, 2011). Y es desde ahí que las sensaciones de la película podrían articularse sin desbordar la primera impresión de una amistad entrañable en un discurso ligero.

Georges asume su vida y su rol como alguien que es nefasto y no tiene problema con serlo; esa forma directa y honesta de hacerle frente a su comportamiento es refrescante, sin embargo, el cinismo no. Ser de la tercera edad y parecer bonachón no eximen tus palabras y tu praxis (feat. Vicente Fernández). Ahí donde parecen habitar los chistes, están las formas dominantes de Georges. Un actor rico y con poder no puede ser rechazado, por eso tal vez en la secuencia cúspide, Depardieu interrumpe la cena que Aïssa está teniendo con su vínculo. Si no es de él, así, de él; no es de nadie. ¿Qué más da si la persona con la que sales y te sientes cómodo no te ama, si tú no lx amas? Esa construcción que debe ser forjada con escucha, paciencia y confianza, Georges busca reventarla para apostar por el arrebato amoroso. Incluso se pregunta por el amor: si él la ama, lo sabría porque el amor es más grande que todo, incluso que sus egoístas necesidades. Lo pregunta el Depardieu al que no le gusta pagar impuestos. (Icnitl Ytzamatl-Ul Contreras, @Mariodelacerna)

robuste001

Ahed’s Knee
Dir. Nadav Lapid
Sección: Competencia Oficial

El cineasta israelí Nadav Lapid pasó relativamente rápido de la brillante precocidad y mesura del pequeño prodigio de la poesía Yoav en La maestra del kínder (Haganenet, 2014) a la desbordada rabia de sus dos películas más recientes: Sinónimos (Synonymes, 2019) y Ahed’s Knee (2021). ¿Qué es lo que hizo enojar al cineasta israelí? Se podría pensar que el acceso a las grandes competencias de festivales como Berlín y Cannes inicia a través del desprecio a uno mismo y posteriormente a todo el país. De muchas formas, Ahed’s Knee expande los temas presentes en Sinónimos y aunque no cuenta con un protagonista tan feral como Tom Mercier y su ahora emblemático abrigo mostaza, la película sí es mucho más certera en sus ataques al gobierno israelí y particularmente a sus mecanismos de censura estatal.

La película sigue a un cineasta que se enfrenta a una joven funcionaria estatal con un nombramiento kafkiano de modo que pueda obtener la aprobación necesaria para exhibir su película: una “audaz” denuncia de la brutalidad del ejército israelí –con fuertes ecos de la mítica Beau Travail (Claire Denis, 1999)– basada en los propios recuerdos del cineasta. Hay un momento en que el cineasta, al contar una de las escenas de la película en la que supuestamente él y otros jóvenes soldados son obligados a tomar pastillas de cianuro, dice que reconoció la mentira en su sargento porque “era un mal actor… su ritmo era muy rápido y la verdad es lenta”.

Esa última frase es, cuando menos, curiosa para una película que se concentra en arrebatos formalistas, atractivas aunque caprichosas escenas musicales y rabiosos discursos sobre la importancia de ser “honesto”, que de tan grandilocuentes parecen irónicos. Con un cineasta como Lapid es muy fácil confundir la ironía con la sinceridad, considerando que, después de todo, la película cuenta con financiamiento del mismo Estado que critica. La culpa quizá no sea de cineastas como Lapid que necesitan de dichos apoyos para filmar, sino de otra burocracia periférica que opera a la sombra de la estatal: la burocracia cinematográfica, cuyo poder e injerencia es tan grande que decide su propia crítica. (JJ Negrete, @jjnegretec)

Tout s’est bien passé
Dir. François Ozon
Sección: Competencia Oficial

El egoísmo es precisamente lo que vincula a Georges con André (André Dussollier), el co-protagonista de la más reciente película de François Ozon. André tiene un infarto cerebral que inmoviliza el lado derecho de su cuerpo y sus hijas, Emmanuèle (Sophie Marceau) y Pascale (Géraldine Pailhas) se hacen cargo de los cuidados y protocolos de los hospitales. Una vez recuperada el habla y ciertos movimientos, André le pide a su hija Emmanuèle que le ayude a morir. El tema de la muerte como praxis de dignidad es una constante en trabajos como Mar Adentro (Alejando Amenábar, 2005), Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2005) o The Man Who Shot Liberty Valance (John Ford, 1962). La pregunta por el buen morir es pertinente porque es precisamente la que nos conduce al buen vivir; sin embargo, la dignidad cuando es asumida y comprendida, no pasa por encima de la de nadie más.

La problemática no pasa por ser alguien nefasto, todxs los somos y lo seremos (“no eres de fiar, sino haces algo mal, no eres de los míos si no la puedes cagar” diría la certeza de los Punsetes), sino qué tanto nos responsabilizamos de nuestra porquería. Pareciera que el André bonachón busca cubrir al André berrinchudo, histérico y cruel, que el deseo de su propia muerte está sobre el de lxs demás. Tener la lucidez de una decisión de ese tamaño no sólo no es sencillo, sino que asumirla requiere de un suelo ético al que es imposible –y tampoco es deseable– pedirle coherencia y consistencia; sin embargo, ¿cuáles son las posibilidades de llegar a una muerte buena con una vida que se coloca como el centro de los demás, a la que hay que buscar, a la que hay que atender, a la que hay que procurar porque de otra manera sólo entra en crisis? (Icnitl Ytzamatl-Ul Contreras, @Mariodelacerna)

    Related Posts

    Croissants desde Cannes 2023– Día 6
    Croissants desde Cannes 2023 – Día 5
    Croissants desde Cannes 2023 – Día 4
    Croissants desde Cannes 2023 – Día 3
    Croissants desde Cannes 2023 – Día 2
    FICUNAM | The Souvenir: Part II & Ahed’s Knee