‘Blancanieves y el cazador’

La Reina ha muerto, dejando sola a su pequeña hija Blancanieves y a su esposo, el Rey. El reino se ve amenazado por fuerzas oscuras y el Rey sale con sus soldados a combatir hallando  sombras y combatientes de cristal. En medio del campo de batalla encuentra a una bella mujer de la cual quedará prendado y a quien hará su nueva reina. Ella se convertirá en su verdugo, sumergiendo al reino en una época de penumbra y hundirá a Blancanieves en un calabozo.

Blancanieves y el cazador (Snow White and the Huntsman, 2012) se nutre de muchas fuentes, algunas veces de manera bastante burda y otras donde su director, Rupert Sanders, demuestra tener un ojo educado. Aunque, como la mayoría de los estrenos veraniegos, se recarga en la fama de sus actores protagonistas como carta de presentación.

Sanders apuesta por una épica al estilo El Señor de los Anillos, la cuál no cuaja por culpa del guión. Difícil alcanzar una dimensión épica si el personaje del cazador (Chris Hemsworth) carece de sustento más allá de crear un triángulo amoroso, como pretexto narrativo y comercial  –una secuela ya ha sido anunciada–.

Kristen Stewart sigue demostrando que lo suyo, lo suyo, es lucir bien a cuadro y no la actuada. La escena en que arenga a sus compatriotas a luchar por aquello que es suyo está declamada con tan poca convicción que si fuera la vida real esos combatientes mejor entregaban las armas antes que arriesgar la vida por ella.

Además, ¿habrá alguna película en que Kristen Stewart no tenga que elegir entre un hombre lleno de testosterona y uno ligeramente afeminado? Con su actuación, ¿cómo creer que el espejo la prefiera sobre Charlize Theron?

Hablando de la señorita Theron, para algunos ella podrá lucir un poco sobreactuada y demasiado apoyada en el acento inglés de su personaje, pero como dice JJ Negrete (@jjnegretec) no hay una forma segura de interpretar un papel como el de la Madrastra. Como bonus la escena donde se baña en leche ya ha dado para varios memes.

Al igual que Tim Burton en su versión de Alicia en el País de las Maravillas (y casi todo lo que ha hecho a últimas fechas), en Blancanieves y el cazador se apuesta por dejar que sea el merengue el que enamore al público, olvidando que para cocinar un gran pastel se necesita que el pan tenga buen sabor.

Cumplidora a ratos, Blancanieves y el cazador termina por ser una muestra de ese cine veraniego más preocupado por la secuela que por el presente, más la mercadotecnia que por la sustancia.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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