‘Blade Runner’: “Yo soy tu oficio”

Por José Antonio Monterrosas Figueiras (@jamonterrosas)

“He visto cosas que ustedes, humanos, ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá de los hombros de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”
Roy Batty, Nexus 6, Replicante

No hace mucho, el tercer filme dirigido por el cineasta británico Ridley Scott, Blade Runner, cumplió un año más de haberse exhibido por primera vez. Su estrenó fue en los Estados Unidos el 25 de junio de 1982 (en México fue hasta el 11 de noviembre de ese mismo año, como lo consigna el crítico de cine Ignacio Herrera en su libro Ridley Scott: la transparente visualidad del cine, CONACULTA 2012) y desde esa fecha la cinta, basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, largometraje también dedicado a su memoria, se ha ido convirtiendo en una de las películas de culto para los seguidores del cineasta y ha sido apreciada por muchos cinéfilos de diferentes generaciones. En ese mismo año varias películas importantes para ese género cinematográfico se estrenaron. Algunas de ellas son: E.T.: The Extra-Terrestrial, Star Trek II: The Wrath of Khan y Tron. Sin embargo, Blade Runner, aunque no obtuvo el éxito taquillero de las mencionadas, (advertir que Scott ya había filmado otro clásico del cine de ficción científica: Alien, el octavo pasajero, de 1979), sí conserva esa mística, ambigüedad y vigencia que ninguna de aquellas —en mi opinión— ha sostenido en décadas, siendo filmes ubicados sólo para un espectador nostálgico e infantilizado de nuestros días. No de la dolorosa experiencia de ser humano y también ¿por qué no?, de ser robot.

De eso han pasado treinta años y en este 2012, a sus 74 años de edad, el cineasta inglés presentó Prometheus, una película con la que se intenta despejar dudas y orígenes de ese alien de la década de los años setenta del siglo pasado, además de continuar reflexionando sobre la relación entre hombres y replicantes. Si bien la crítica no ha recibido con demasiados aplausos el Prometheus de Ridley Scott, como me lo expresó el escritor Alberto Chimal “bellísima para ver, la podríamos colgar en la pared en un cuadro en movimiento, pero no tiene ni pies ni cabeza”. Su largometraje número veinte nos invita a hacer una pausa y mirar su imprescindible filme, hoy treintañero, Blade Runner. Señalar que la posibilidad de que Scott haga una precuela o secuela de esa conmovedora historia para los próximos años, francamente es irrelevante, Blade Runner es una pieza fílmica única y por ello indispensable en la segunda parte del cine del siglo XX, por lo que no necesita el murmullo de las explicaciones pasadas, presentes o futuras (aunque los hijos de Rachael y Deckard podrían tener ahora entre veinte o treinta años), con todo prefiero las especulaciones alrededor de ella.

Blade Runner sucede hipotéticamente en el año 2019, en Los Ángeles, la Corporación Tyrell llevaba la evolución de los robots a la fase Nexus, seres casi idénticos a los humanos, conocidos como replicantes (o réplicos), intentado que sean “más humanos que los humanos”, “diseñados para imitar a los humanos en todo, menos en sus emociones”, advierte su creador, Eldon Tyrell. Siendo empleados como esclavos para las exploraciones o colonizaciones de otros planetas. Tras un sangriento motín de un equipo Nexus 6 en una colonia espacial se prohibió que los replicantes habitaran la Tierra bajo pena de muerte, entiéndase esto como “retiro” mas no ejecución. Así, los escuadrones espaciales de policías —unidades conocidas como blade runners— tenían la orden de matar a todo replicante que se encontrara en nuestro planeta.

La historia inicia con la huida violenta de Leon (Brion James), uno de los modelos peligrosos, para ello es necesario “la magia” del policía en retiro —un blade runner— llamado Rick Deckard (Harrison Ford) para que elimine a él y otros tres humanoides que escaparon. En su investigación Deckard conoce a un quinto elemento, Rachael (Sean Young), replicante que está al servicio de su inventor, Eldon Tyrell. Deckard se da cuenta que los replicantes viven las mismas crisis humanas como el miedo a la muerte o el enamoramiento. En algún momento, Rachael, le expresa a Deckard palabras que parecerían meramente racionales e instructivas, cuando ella se percata que la labor de él es matar replicantes fugitivos, la bella mujer le dice al policía, quien lo salvó de ser “retirado” por uno de los replicantes en fuga: “Yo soy tu oficio”. A partir de ahí veremos que esa frase va más allá de un revelación fría y calculadora de un androide con un porta piel de mujer a un blade runner vulnerado. Esas palabras tenían un doble sentido, que tal como lo expresa el periodista cultural y editor de la revista Replicante, Rogelio Villarreal, en su artículo Los hijos de Rachael y Deckard, esta relación tal vez sea “el origen a una nueva humanidad, híbrida, con vidas, experiencias y recuerdos reales”. Agrega Villarreal que “Blade Runner es hasta ahora la culminación de un género cinematográfico que propicia el acercamiento a la reflexión filosófica en torno al origen y el destino de la especie humana y sobre temas como el sentido último de la vida”. Yo no tengo dudas de ello. Que así sea, por los siglos de los siglos.

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