BBC Longshots | The Kiosk & Maricarnen

Si algo transmite desde sus primeras imágenes Maricarmen (2019), de Sergio Morkin (Los Ginger Ninjas, rodando México), es empatía y un deseo punzante por ponernos como espectadores en el lugar de su protagonista, Maricarmen Graue, así sólo sea a lo largo del documental.

La Maricarmen del título es una débil visual que comenzó a perder la vista siendo muy pequeña (gracias a un glaucoma congénito) y, posteriormente, un ojo en un accidente infantil mientras jugaba con un niño. Morkin la sigue con su cámara a lo largo y ancho de la ciudad, sólo abandonando a su protagonista para sentarse a charlar con la madre de ésta, quien rememora pasajes de la vida de su hija, suelta un par de confidencias y, como cualquier persona frente a la cámara, embellece uno que otro recuerdo amargo.

Morkin, además, busca usar varias secuencias del documental no sólo para acompañar a Maricarmen, sino para intentar mediante desenfoques retratar el mundo de la misma manera en que lo harían los ojos de un débil visual. Su universo está lleno de texturas, de superficies sin definición y sonidos abrumadores, es un espacio donde todo parece estar lejos y extremadamente cerca al mismo tiempo.

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Sin embargo, el documental le permite a Maricarmen mostrarse en toda su independencia, aun en esos momentos en que parece flaquear ante los continuos fracasos amorosos, los recuerdos de una familia fracturada tras la muerte de su padre o la añoranza por esa carrera como chelista en una filarmónica que las circunstancias la obligaron a abandonar, ella subraya que si la realidad le pidió adaptarse a su padecimiento con traumas nunca habrá persona más exigente consigo que ella misma.

Para Maricarmen, Maricarmen es la oportunidad de compartir su intimidad, de darle significado a la travesía de su vida, una que ha estado llena de dolor y risas. Incluso si en el momento de la filmación el objetivo no parece estar del todo claro, la empatía que emanan las imágenes es ineludible al otro lado de la pantalla.

Por su parte, The Kiosk (Le Kiosque, 2020), también es un retrato íntimo y personal, aunque éste de los últimos días de un quiosco de periódicos en un popular cruce parisino. Acompañamos a la directora Alexandra Pianelli, en su debut cinematográfico, en la cotidianidad del negocio que su madre ha atendido los últimos 25 años, uno en franco declive como el resto de la industria editorial alrededor del mundo.

Pianelli utiliza recursos artesanales (recreaciones de cartón, dibujos, la cámara de celular, etc) para retratar en primera persona la función social que parece tener el quiosco, lo parroquianos habituales han hecho de su visita una oportunidad para fraternizar y encontrar un poco de compañía, que todos parezcan pertenecer a cierto grupo de edad (la tercera) o marginalidad (inmigrantes, indigentes) sólo remarca la importancia del lugar como punto de encuentro y no de ventas.

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La directora utiliza estos fraternales encuentros para abordar de manera indirecta algunos de los males que acosan a la Francia actual: su madre se debate entre seguir con el negocio o gastar sus ahorros intentando hacerlo solvente, una ecuación que se antoja demasiado optimista; un grupo de manifestantes antiLGTBIQ resalta la manera en que la ultraderecha ha recuperado terreno político; la falta de ventas acentúa la importancia del local como valla publicitaria para la empresa que lo administra, si despachan o no periódicos dejó de importar mucho tiempo atrás.

A pesar del brío y frescura que logra imprimir Pianelli a lo largo de su documental, el pesimismo final de Le Kiosque es difícil de evadir. La aparición de la Covid-19 y las subsecuentes medidas impuestas para detener su propagación alrededor del mundo, seguramente agudizaron los problemas que presenta el documental, los cuales están lejos de ser exclusivos de los ciudadanos parisinos. Liberté, égalité, fraternité… supongo

Por Rafael Paz (@pazespa)