‘Arabia’: El milagro de lo real

Wherever I have gone
Wherever I’ve been and gone
Wherever I have gone
The blues come followin’ down

Una canción acompaña a un joven en bicicleta un día soleado. La tonada es dulce y nostálgica, como si la imagen fuera el recuerdo o la memoria de alguien que nos va a narrar su juventud, pero esa imagen pertenece al prólogo de otra historia, la que da título a la película, que a su vez es una colección de anécdotas, canciones y desde luego, memorias. Arabia, película dirigida por Affonso Dumans y Joao Uchoa, construye en apenas una hora de metraje una compleja visión de los cambios que ha sufrido Brazil en los últimos diez años a través de los ojos de Cristiano, un hombre errante que en sus distintos trabajos y andares, usa la narración y la escritura como herramientas indispensables de supervivencia en un entorno que consume vorazmente el alma.

Arabia inicia con André, un adolescente que vive en un pueblo industrial brasileño junto a su hermano al cuidado de su tía Marcia, una enfermera que funge como voluntaria en un hospital. Después de que un obrero llamado Cristiano sufre un accidente, André va a su casa para llevarle al hospital sus pertenencias, entre las que se encuentra su diario. Al comenzar a leerlo, la película no “inicia”, sino que más bien “regresa”. Affonso y Dumans exploran la problemática de la clase rural en Brazil no desde el cariz sociológico y tremendista, sino desde el literario, algo que les permite encontrar el gozo, la solidaridad y desde luego, la melancolía existente en ámbitos de explotación y carencia.

El amanecer es una lección del universo

La película pareciera tomar como referente la mítica figura de la Scherezada, de Las mil y una noches, tanto la obra literaria como la película del portugués Miguel Gomes, pero en lugar de fragmentarlas, Arabia usa a su protagonista Cristiano como una especie de vitral narrativo y fílmico en el que la melancolía del Brazil viejo se une a la desolación del Brazil nuevo. La película tiene el tono de una fábula gracias a sus cualidades fílmicas, particularmente en una fotografía etérea y una cadencia casi lírica en su edición.  Siendo así, André se convierte en el lector, Cristiano el héroe, el humo de las fábricas un temible monstruo, los viejos Barreto y Antonio Carlos representaciones de los sabios y Ana, un funesto romance.  El elemento fantástico de Arabia es la realidad filtrada por la escritura.

En una de las primeras escenas, André le pregunta a su hermano menor si cree en la existencia de Dios. Él contesta que es más fácil creer en la existencia del Diablo porque los milagros, no existen. Unos minutos después, Arabia niega esa dura sentencia con la apertura de un diario que será leído. Al final, un milagro no es más que un evento narrado. Una memoria.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)