‘Annabelle 2: La creación’ y el simplón origen

Los grandes estudios de Hollywood están sedientos de franquicias, series que puedan extender hasta secar carteras o sus recursos. Las pocas ideas originales, al menos en apariencia, que llegan a pantalla y triunfan pronto son convertidas en el inicio de un nuevo universo, digno de expandir hasta en sus más mínimos detalles aunque el público no lo pida realmente.

Eso sucedió con El conjuro (The Conjuring, 2013), el bello homenaje de James Wan al cine de terror norteamericano de los 70. Ése que incluía los nombres de William Friedkin, John Carpenter, Tobe Hooper, entre otros. Dicha cinta estaba inspirada en uno de los casos más sonados del matrimonio Warren, afamados investigadores de lo paranormal (aunque, en realidad, eran más estafadores). La película tuvo la popularidad suficiente para convertirse en franquicia, con su propia secuela y universo expandido gracias a una monja bastante pinche que se dedica a asustar y una muñeca que aparecía unos segundos en una de las tomas, la mentada Annabelle.

La muñeca (maquillada como integrante de banda de black metal noruega) va por su segundo turno al bat y, en esta ocasión, se narra su origen en un pequeño pueblo norteamericano. Un afamado diseñador de muñecas pierde a su pequeña hija en un trágico accidente de tránsito y 12 años después un grupo de huérfanas, junto a una monja (la mexicana Stephanie Sigman), aceptan vivir en su hogar con funestas consecuencias. Annabelle 2: La creación (Annabelle: Creation, 2017) es un mito de creación bastante genérico que borra el poco o nulo intento de crear un misterio alrededor de la figura central del largometraje.

La película busca llevar algunas de las ideas centrales del Conjuro a su trama, estamos ante un guión que gira entorno a figuras femeninas y es mediante la relación de éstas que la acción se conduce o desata, aunque a diferencia de Wan, el director David F. Sandberg (Cuando las luces se apagan) encuentra pocos espacios interesantes para explorar dichos lazos. La relación entre las niñas y la monja, por ejemplo, nunca alcanza una verdadera dinámica de madre sustituta, como es la intención del guión.

Para cuando descubrimos el verdadero origen del espíritu al interior de la muñeca y como se conecta con el relato de la película anterior, los personajes dejan de tener sentido en sus acciones. Haciendo más evidentes los lugares comunes de todo el ensamblaje, aun cuando Sandberg logra un par de secuencias bastante logradas. Incluyendo un par de homenajes al clásico Don’t Look Now (1973).

A veces saber qué contiene un taco de surtida le quita todo el encanto.

Por Rafael Paz (@pazespa)