Ambulante | ‘A Hard Day’s Night’: El clasicismo del pop

Corriendo con prisa, John Lennon, Ringo Starr, Paul McCartney y George Harrison se dirigen a la estación del tren para viajar a una presentación, acompañados por su representante y equipo, perseguidos en el trayecto por un enorme séquito de fanáticas que esperan verlos como los ídolos musicales de aquel momento, como esa agrupación llamada The Beatles.

La noche de un día difícil (A Hard Day’s Night, 1964) representa mucho más que un vistazo a la Beatlemanía y a su ajetreado itinerario. En la primera de unas cuantas películas que hicieron en su paso por el cine (entre ellas Help! y The Yellow Submarine), el realizador Richard Lester recrea un día ordinario en las tumultuosas vidas de los jóvenes, buscando pasársela bien, tocar música y despejar la atención que tiene sobre de ellos su representante, corriendo por las calles londinenses, escapándose del hotel o moviéndose en el vagón e interactuando con chicas. Con mucha naturalidad, los cuatro músicos actúan básicamente como ellos mismos, con sus identificables personalidades atribuidas a las miles de entrevistas, documentales y fanpages.

Con los gags de antaño y humor negro, la música beatleriana es el aspecto catalizador de interés en las peripecias del cuarteto. En compañía de la apertura con la homónima canción, los entonces jovencísimos Beatles, que irradiaban novedad y moda sesentera gracias al look “moptop” se animan a cantar los diversos éxitos que conformaban su álbum A Hard Day’s Night, aquellos que a pesar de su antigüedad persisten a la irrupción del tiempo, con las altas posibilidades de captarlos, como un sagrado mantra,  en algún programa de radio dedicado a Los Beatles.

Así, la simpleza de la trama, con una ágil transición entre la sesión de canciones y los barullos en los que se mete el cuarteto de Liverpool, resalta la sátira a los medios de comunicación, enfocada en algunos periodistas incapaces de generar preguntas objetivas en una conferencia de prensa, en el naciente interés de lucro por la concepción de imagen y el entonces creciente poder de conglomeración de los conciertos.

No cabe olvidar tampoco los vaivenes de la súbita fama, que puede anular todo tipo de privacidad para aquel que la ostenta, es capaz de generar atractivas ganancias a través de productos sobre los artistas en turno, en este caso representado en los autógrafos que el ficticio abuelo de Paul McCartney (Wilfrid Bambell), un comic relief un poco irreverente que intenta vender a las fans, sin importar el origen de su procedencia.

A décadas de su lanzamiento, A Hard Day’s Night es considerada como uno de los primeros cimientos de la subsecuente oleada de los videos musicales que reinarían la televisión de paga e internet, con atisbos de encuadres innovadores para los nostálgicos 60, reiterando el carisma de los integrantes de la sonada banda de rock/pop y su estatus de “rockstars” que tanto gozaron tanto dentro como fuera de la agrupación.

Por Mariana Fernandez (@mariana_ferfab)

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