Lo que más me pesa al empezar a redactar esta entrada sobre la más reciente entrega de la saga de Crepúsculo, Amanecer – Parte 1 (2011), es que el próximo año para cuando estrenen la segunda parte aquí estaré repitiendo ideas que me molestan de la “saga” desde que vi la primera parte, allá por el 2008.

Decir que Amanecer – Parte 1 es la mejor de las cintas hasta el momento, podría sonar cómo un halago para algunos, pero… ¿es realmente un halago?

Tal vez es que no comparto la cantidad de estrógenos que tiene una niña de quince años y eso no me permite apreciar el filme en su correcta magnitud –o sea cómo ellas lo ven, confundidas por ese mar de hormonas–  y me queda la impresión de que estamos frente a un fenómeno mercadológico, eso y nada más.

Pongamos por ejemplo a mis primas, a quienes mantendré en el anonimato para evitar represalias. Ellas no leen, simplemente no lo hacen, pero después de ver Crepúsculo y sentirse atraídas por la “hermosura” –ellas dicen eso– de Robert Pattison leyeron de cabo a rabo los cuatro tomos escritos por Stephenie Meyer, que sobra decirlo no son nada livianos –de tamaño no de contenido–. Con este ejemplo sólo busco crear un pequeño perfil de la fanática de Crepúsculo, a la cual parece no prestar atención a lo que le venden, por que igual lo va a consumir.

Los productores ávidos de hacer dinero se aprovechan, claro está. Saben que su producto no necesita ser perfecto porqué se vende sólo y al parecer le mandaron ese mensaje a todos los que forman parte del proyecto. No se esfuercen ni caso tiene. Y el mensaje fue comprendido, vaya que fue comprendido.

Los tres principales actores siguen demostrando que lo suyo, lo suyo esa lucir bien a cuadro. En el caso de Taylor Lautner es indispensable arrancarse la playera si no no se siente cómo una verdadera película de Crepúsculo, es como si Los Simpsons iniciaran sin el chiste del sillón.

Me pregunto si el director Bill Condon le dijo a Kristen Stewart que era valido cambiar el gesto durante el rodaje, quizá el memo no le llegó y eso explica porqué alegre, triste o excitada pone la misma cara.

Aunque en ese paraíso de lo artificial que es Hollywood seguro los tres protagonistas tienen una muy larga trayectoria por delante.

Vaya, ni Guillermo Navarro, fotógrafo de cabecera de Guillermo del Toro, se salva de la medianía a la que está sometida la película. Sólo recuerden la escena del mercado en Hellboy II: El Ejercito Dorado y comparen con el trabajo ejecutado aquí.

No es mi intención ponerme moralista ni nada por el estilo, pero ¿realmente los padres de las niñas con sobredosis de estrógeno saben qué ven sus hijas? Las películas, y por ende los libros de la señora Meyer, manejan ciertas ideas dignas de ser enseñadas por Sarah Palin en temas como el aborto, violencia familiar, etc. Sólo por eso pregunto, sin necesidad de tomar partido por alguna postura.

Luego no digan que es MemeBase y el internet el que maleduca.

Por Rafael Paz

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