‘Alma salvaje’: Una odisea de autodescubrimiento

Si tu valor te rehuye, supera tu valor…

La anterior es una de las tantas frases que expresan el sentir de la protagonista al momento de decidir embarcarse en una travesía que hará del público su más íntimo y leal cómplice, al lograr una experiencia incluyente para la audiencia en donde la larga duración se percibe como un parpadeo debido a lo amena que resulta la experiencia.

Alma salvaje (Wild, 2014) es un título que describe el espíritu de esta película que sin duda es un acierto para empezar un año cinematográfico con el pie derecho. Tras cautivarnos con El club de los desahuciados (Dallas Buyers Club, 2013) y exprimir el talento de los actores protagonistas llevándoles a ganar sendos Oscar, el director Jean-Marc Vallée vuelve a hechizarnos con su talento narrativo y vuelve a arrancar una explosiva de su protagonista, esta vez de una sublime Reese Whiterspoon que probablemente no gane el Óscar como lo hizo Matthew McCoungahey (aunque debería, sólo se justifica por el hecho de que este año compite contra Julianne Moore, a quién le deben la estatuilla desde hace varios años).

De entrada es aplaudirle la labor de Vallé al conseguir una película sumamente entretenida a pesar de que se centra básicamente en un sólo personaje y que narra una travesía con la camina de la protagonista como único relato, apoyándose de flashbacks como único recurso narrativo para darnos a conocer el tormentoso pasado del personaje.

Tal y como Danny Boyle logró mantener atento a la audiencia en 127 horas (127 Hours, 2010) con una historia que prácticamente se trataba de un monólogo de James Franco, Jean-Marc tomó nota y hace que la travesía de Whiterspoon sea vibrante en vez de caer en lo lineal y repetitivo, algo en lo que pudo haber tropezado fácilmente de no ser por un sólido guión que a la vez deja frases para analizar y reflexionar una vez terminada la cinta.

La película se destaca porque empieza con fuerza, abriendo la función con un estremecedor grito de la desgastada protagonista, una mujer llamada Cheryl (Witherspoon) que decide caminar varios kilómetros con el fin de superar su adicción a las drogas, un aborto y la muerte de su madre. A partir de ahí, el director deja en claro que la película es precisamente como ese desolador alarido y que las escenas desgarradoras estarán a la orden del día  dado que son parte de la expiación y catarsis del personaje.

Desde el inicio hasta el desenlace, el director rompe cualquier barrera con el público y lo convierte en el compañero de viaje de Cheryl, dado que la llegamos a conocer como si fuera una íntima amiga a quien llegamos a conocer profundamente. El cansancio del personaje pasa a ser nuestro cansancio y nuestros labios se empiezan a sentir resecos cuando ella padece sed. Es loable también que a pesar de lo dura y cruda que puede resultar la historia, el guión incluye unos muy bien insertados golpes de humor que se perciben naturales y para nada forzados, logrando arrancar la sonrisa del público en medio de las lágrimas. Uno de los escasos defectos de la película es que en contados momentos se percibe algo repetitiva y que algunos aspectos del pasado del personaje de gran interés son abordados de manera bastante sutil sin ser exprimidos a pesar de que se trataba de una material sumamente atractivo.

Un párrafo aparté merece la protagonista Reese Witherspoon, quien dejando atrás su periodo de triángulos amorosos y comedias románticas, logra un trabajo excepcional superando aquella excelente actuación que le diera el Oscar en 2006 por Johnny & June: Pasión y locura (Walk The Line, 2005). La rubia de ojos azules se desprende de todo glamour y de su personaje de Legalmente rubia (Legally Blonde, 2001) de una vez por todas, pues es en parte responsable de la magia del filme, dado que ella es el 80% de la película. A su lado, Laura Dern realiza también una destacada interpretación como la madre de Cheryl. Wild es una recomendable película para abrir el año, en el que una exquisita banda sonora ilustra ese caminar que, al igual que Cheryl, tenemos que atravesar a lo largo de los 365 días del año.

Por Víctor López Velarde Santibáñez (@VictorVSant)

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