FICUNAM | Todo lo que imaginamos como luz: encontrar las imágenes

El cine indio ha tenido una presencia mínima en las competencias de festivales internacionales, muchos de los cuales han relegado su rica y copiosa filmografía a mero consumo local y algunos mercados de nicho alrededor del mundo, aún si éste cuenta con números de producción bastante altos y cuando llegan a esas alineaciones, usualmente se trata, como otros países considerados “subdesarrollados” de crudos dramas sociales realistas, que generalmente buscan exponer abiertamente una problemática social y, tal vez por eso, una película como Todo lo que imaginamos como luz (All we imagine as light, 2024) de la cineasta Payal Kapadia, es un evento aún más insólito.

Después del buen recibimiento que tuvo con A Night Of Knowing Nothing (2021), un híbrido de documental y ficción que se mueve en un registro diferente al de All We Imagine As Light, Kapadia desarrolla su nuevo proyecto en Mumbai, donde un trío de mujeres de diferentes generaciones se enfrentan a distintas problemáticas, cada una de ellas de índole personal y afectiva. Las cuales en la segunda parte de la película convergen en un pequeño pueblo playero en India, donde sus historias encuentran una catarsis que es tan gentil como ellas mismas.

Si en otras películas exploran el deseo desde una perspectiva feral y arrebatada, la película de Kapadia, con un acercamiento similar a Misericordia, de Alain Guiraudie, lo hace con un deseo que se mueve de manera mucho más sigilosa y dulce, cuyo ritmo es marcado por un terso leitmotif en piano y un trabajo con el color que nunca es demasiado llamativo, pero lo suficiente vivaz para hacerse destacar, creando una atmósfera idílica pero firmemente anclada en la realidad que es reminiscente de los mundos creados por la cineasta italiana Alice Rohrwacher.

En All We Imagine As Light, Mumbai no es una vertiginosa y ruidosa urbe, sino que es un paraje que permite a sus tres protagonistas la búsqueda de lugares para poder amar. Esta idea queda mejor representada con el personaje de Anu (Divya Prabha), una joven enfermera quien busca a lo largo de la ciudad un espacio para poder tener intimidad con su pareja. Su hermana mayor, Prabha (Kani Kusruti), es también una enfermera, mucho más experimentada cuyo esposo se ha ido desde hace varios años a Alemania. Un día, Prabha recibe una arrocera eléctrica enviada de forma anónima desde Europa, incierta si aquel regalo viene de parte del marido que no la ha contactado en más de un año.

Las dinámicas de cuidado que se ponen en práctica en la clínicas donde trabajan ambas hermanas y es aplicada con igual diligencia por la cineasta misma, quien tomando inspiración de realizadores como Yasujiro Ozu o Hirokazu Kore-eda convierte la ciudad en un espacio de inesperada calidez y dulzura, sin abrumar mediante el sentimentalismo. En una escena en el hospital donde trabaja, Prabha usa un estetoscopio para escuchar el latido de objetos aparentemente inertes en su consultorio. Kapadia se embarca en un ejercicio similar, encontrando resonantes latidos en lo que no debería ser más que una simple película. La labor del cineasta, a ojos de Kapadia, es encontrar la vida donde no hay más que imágenes.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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